Siamo fuori y mexicanos tristes

30/06/2014

Si bien Argentina juega mañana, y lo más probable es que gane, dado lo visto en los primeros tres partidos soy bastante pesimista. Antes de empezar el Mundial veía un fixture que finalmente nos dejaría llegar a semifinales luego de 24 años (desde allí importa mucho la suerte para ser campeón).  Pero viendo al equipo en la cancha y escuchando al técnico me queda la bronca de tener que esperar cuatro años más hasta que el colectivo llamado «selección» se tome en serio el desafío de volver a ganar un Mundial. Porque si bien Bélgica es un equipo ganable, esta Bélgica me parece más que esta Argentina (aunque con suerte será EEUU y no Bélgica). Se verá el 5 de Julio. 

Para mí Argentina es un equipo regular que, dicho por analistas hasta el hartazgo, tiene un excelente ataque y una mala defensa. Sabella quiso reforzar el trabajo defensivo contra Bosnia y los jugadores le hicieron un boicot que terminó con el equipo que ellos querían. Si total jugando los cuatro juntos nunca perdieron. Bueno, la lesión de Agüero da la perfecta excusa ya que si perdemos es porque no estaban los cuatro… Ahora bien, volviendo a la defensa. Si es floja, y todo el mundo lo sabe, porqué no juega Mascherano como central? Lo hace en el Barcelona, con lo cual no es un invento chino lo que estoy diciendo. Supongo que allá tiene que hacerlo porque el técnico se lo ordena y si no cumple se tiene que ir (y perder el sueldazo) mientras que en la selección queda claro que Sabella no tiene capacidad de mando y Masche le debe haber dicho que él quiere jugar de 5 si o si. Y si Federico Fernández está flojo porqué no poner a Demichelis que, si bien no es santo de mi devoción, juega en el mismo equipo que Zabaleta, o sea es de suponer que se entienden en el juego. El resto del equipo lo dejo a la imaginación del lector interesado.  

Termino con un comentario del partido que México le regaló ayer a Holanda. Viendo la regularidad con que perdían pelotas en el mediocampo no me sorprendió el empate, y después de vinieron abajo. La dificultad, diría imposibilidad existencial, para sostener el resultado me hizo acordar un mail colectivo (eran tiempos pre-blogs) que escribí hace 17-18 años después de ver un EEUU-México por eliminatorias de Francia 98 (vivía en Boston en ese entonces). Copio dicho mail

Acabo de ver el match USA-Mexico por la eliminatorias para el mundial. Procedo a relatarles. Pitazo inicial, rueda el balon sobre el campo y los jugadores de ambos equipos se estudian mientras corren alocadamente tras la pelota. Es un verdadero choque entre dos (sub)culturas. Por un lado los mexicanos que deben ser el pueblo con peor cociente de resultados sobre pasión futbolera, por el otro los yankies, un equipo que jugando pareciera que divagara por el Cosmos. Y uno, en esos minutos iniciales trata de racionalizar lo que ve, de meterse en la mente de cada uno de esos 22 jugadores que se mueven como buscapies por el rectángulo de juego. De los yankies basta mirar al costado y ver a los hinchas para entender que lo de ellos es meritorio. Un cálculo veloz dice que la probabilidad de encontrar 11 jugadores que valgan la pena, entre los… que se yo, 250 millones de habitantes, es casi nula. Lo que natura non da…la FIFA non presta. Ahora bien, lo de los mexicanos es mas difícil de entender, y vuestro humilde servidor sugiere la siguiente hipótesis antropológica. En la época de los mayas había un juego ritual, llamado juego de pelota, que se jugaba con una bola maciza que debía ser embocada en un aro usando la cadera (algo grotesco de solo pensarlo, una mezcla de fobal, con basket y baile hula-hula). El quid de la cuestión es que el ganador era sacrificado. Creo que con semejante antecedente no es desmezurado suponer que en el inconsciente colectivo del mexicano típico hay algo que le dice que a la pelota mejor no ganar. A esta altura de más está decir que el partido fue una lágrima. Incluso creo que me avergonzaría de admitir haber ido a verlo sino fuera por un pequeño detalle. Al minuto de juego un defensor yankie le pasa a su arquero la pelota. Este tiene una cara de pánico porque se le viene un mexicano a la carrera, y despeja con tan mala fortuna que la pelota rebota en el mexicano y entra, boyando, al arco. No he visto, ni oído hablar, de gol más idiota que este. El resto es meramente anecdótico. Una banda de musica yankie que cada tanto se hacía notar, más que nada por lo surrealista de la situación. La pobreza de cantitos (por un lado U-S-A, U-S-A, por el otro una infantil «pulla» que parecía de colegiales). El árbitro bombero que expulso injustamente a un mexicano. El empate final de 2 a 2 conseguido con un gol en contra (única forma que tenían los yankies de inflar la red rival). Dos equipos que cumplieron con la lamentable actuación que se esperaba de ellos, con lo cual uno puede volver contento, con el objetivo cumplido: Haber visto un partido de relevancia (teórica) en el escenario donde Maradona hizo su último gol con la celeste y blanca, antes de marchar al penoso antidoping.

EXPOST: Después de un enroque táctico en cuartos, el equipo logró llegar a la final con una defensa sólida y un ataque normal. Pasamos de ser Messi + 10 a ser Mascherano + Messi + 9. El domingo quizás el equipo lleve la Copa a Argentina, lo más probable es que no suceda. Lo que lamento es que en cualquier escenario es poco probable que se rediseñe el funcionamiento colectivo de acuerdo al patrón que domina el fútbol internacional de transiciones rápidas con control de pelota. Para eso se necesita esfuerzo y trabajo en varios niveles. Seguiremos, al igual que Brasil y Uruguay, jugando un fútbol lento que depende excesivamente de individualidades. No es compatible con nuestro populismo genético invertir para cosechar dentro de una década (extrañamente lo pudimos hacer un tiempo con Pékerman y, resultadistas como somos, al ver su impacto en Colombia lo añoramos).

EXPOST2: Da bronca perder una final. Máxime cuando se estuvo tan cerca de ganarla. Da más bronca leer notas estúpidas que resaltan que  el «orgullo» está intacto y la «conciencia» tranquila. Son imbéciles conformistas que no ven lo lejos que está quedando Argentina del fútbol de elite. Más inteligente es el análisis de Christian Leblebidjian en La Nación que resalta que «Alemania empuja el techo hacia arriba». No lo dice pero Argentina puede llegar más alto, pero eso requiere inversión que con nuestro populismo (declaraban feriado el lunes si Argentina ganaba!) y con Grondona gagá nunca pasará. Copio dos párrafos de la nota:

Argentina hizo un partido aceptable. Lo perdió en los detalles. Por el penal no cobrado a Higuaín , porque el equipo de Low estuvo más preciso para resolver las situaciones favorables y contó con un mayor resto físico. Lo que no fue un detalle fue el gol alemán. Y, en definitiva, allí se empieza a entender que la diferencia no estuvo en la táctica, en la estrategia, sino en la técnica individual. En los gestos técnicos. Alemania no acertó en todos, de hecho tuvo chances que no resolvió bien por malos controles de Ozil y Kroos, pero en la jugada del 1-0 está la explicación: dos cambios, dos sustitutos, uno tiró el centro y el otro convirtió un golazo. Schurrle se les fue por la izquierda a Mascherano y Zabaleta y, pese a ser diestro, envió un gran centro de zurda con rosca al primer palo para el control orientado de pecho (primero) de Gotze y la volea cruzada de zurda (su pierna originariamente inhábil) después…

En la Eurocopa 2000, disputada en Holanda y Bélgica, Alemania finalizó última en su grupo, con un punto. Hizo un gol, le anotaron cinco. El DT era Erich Ribbeck. Fue suficiente para generar un cambio no sólo de entrenador, ni de jugadores, sino de «fabrica». Se cansaron de apostar a la fuerza o a los milagros: la principal inversión fue destinada a mejorar desde todas las divisiones inferiores la técnica individual. Ejercicios siempre con la pelota, todo en función de pulir los gestos: control orientado, pase al ras, centros con la pierna inhábil, remates al arco. Gotze, con 22 años, y Schurrle, con 23, fueron dos valores que hoy Alemania goza de ese proceso de evolución y perfeccionamiento. Y la explicación de porqué determinados detalles, aún con la satisfacción argentina de haber cumplido, pueden ser ejemplos a seguir.

Notemos que el buen control de pecho de Gotze es gol, el mal control de pecho de Palacio no. Igual este Mundial a los argentinos, que somos populistas, nos regaló poder cargar a Brasil por mucho tiempo. Si se calentaban con el «decime que se se siente», el haberse comido diez goles en los últimos dos partidos debiera requerir dos o tres copas más para ser diluído. Eso sí, si no cambiamos nosotros, ese futuro nos encontrará con los mismos dos títulos que hoy tenemos. Seremos entonces bicampeones obsoletos, como hace rato lo es Uruguay.