Por María Eugenia Garibotti
En el corto tiempo que llevo en este blog, han pasado muchas cosas. Me casé, me estoy por mudar a otra ciudad, y empezar otro trabajo. Lo que lamentablemente no sucedió es que no encontré bien de qué quería escribir. Quique y Martín saben más de macroeconomía que yo, y a la distancia a veces prefiero ni leer las noticias de Argentina. ¿El dólar a cuánto?
Lo que significa que me voy a despedir, no sin antes agradecer la confianza (y paciencia!) de Martín, que me invitó a ser parte de este proyecto. Les deseo el mayor de los éxitos a los editores.
Y voy a despedirme como empecé, con un paper de Dan Ariely. Esta vez, es una serie de experimentos diseñados para encontrar la clave de la felicidad. O, por lo menos, para enteder cómo salirnos del «Hedonic Treadmill», el hecho empírico de que nos acostumbramos a la mayor parte de los grandes cambios en la vida, y parece ser que nuestro nivel de felicidad no se relaciona con las circunstancias de nuestra vida. Casarse, encontrar un nuevo trabajo, incluso ganar la lotería, parecen tener efectos sólo temporarios sobre nuestro nivel de bienestar1.
El artículo en cuestión es «Getting off the hedonic treadmill, one step at a time: The impact of regular religious practice and exercise on well-being«, en el Journal of Economic Psychology. El objetivo del artículo es, como indiqué, encontrar actividades que lleven a un aumento permanente en nuestra felicidad. La hipótesis que testean es la idea de que en vez de concentrarnos en el efecto de grandes cambios, deberíamos enfocar nuestros efectos en actividades frecuentes. Cada una de estas actividades, en sí misma, llevaría a un pequeño aumento en nuestra felicidad, pero la repetición podría tener un efecto permanente.