Enfermedad de los Países Bajos

14/04/2024

Ideas para un plan, 2

25/04/2023

En la anterior entrada empecé a delinear lo que para mí son ideas para un plan integral creíble. En resumen sugiero ratificar el acuerdo comercial entre la UE y el Mercosur para «comprar» credibilidad y reglas que ordenen la economía doméstica. Y como ejemplo de los efectos de equilibrio general que harían más valioso el acuerdo (para convencer a los nacionalistas populistas del hay que vivir con lo nuestro) mencioné que la reducción programada de retenciones puede ayudar a atraer inversiones chinas para extender la frontera agropecuaria.

Hoy voy a continuar con el sector energético. Gracias a la incompetencia kirchnerista para expropiar YPF en 2012 (en este blog hay varias notas sobre la petrolera escritas en esa época) y para manejar la política energética en general, este tema está bastante presente. Por caso este sábado Néstor Scibona escribió una nota en La Nación sobre los esfuerzos de este (des)gobierno para revertir errores.

Sólo cuando se completen el GPNK II y estas obras [para revertir el sentido de gasoductos de TGN y vender gas a Brasil via Bolivia], la Argentina podrá convertirse en exportador a gran escala de gas y de GNL a mercados de ultramar, que llevará tiempo y millonarias inversiones privadas hasta que se concrete alguno de los proyectos para instalar plantas de licuefacción de gas, fijas o flotantes.

Por eso el ministro habló en Neuquén de un Plan 2030 de exportación energética como política de Estado, aunque incluyó solamente una ley de promoción del GNL que prometió enviar al Congreso en los próximos días.

El proyecto prevé que las compañías que inviertan al menos US$1000 millones tendrán acceso hasta el 50% de las divisas obtenidas por sus exportaciones de GNL, estabilidad en la regulación cambiaria y beneficios fiscales. También el suministro y transporte de gas natural asegurado y autorización de exportaciones en firme, aunque sólo a través de gasoductos que lleguen a las plantas de licuefacción. Aun así, hay dudas de que vaya a ser aprobado por la oposición de Juntos por el Cambio mientras se mantenga en pie el proyecto K de juicio político a la Corte Suprema de Justicia.

Vaca Muerta tiene un gran potencial y aprovecharlo es posible. Un gasoducto de gran caudal a Bahia Blanca puede ayudar a la expansión de la industria petroquímica de la zona, así como también a la construcción de un planta de licuefacción para producir gas licuado y exportarlo. Dado que esto último requiere una inversión significativa es necesario tener garantías de acceso al fluído. Y para ello hay que garantizar un precio razonable a los productores. Hoy el precio está regulado y deprimido, pero con una planta de licuefacción debiera converger al internacional. Esto cierra un círculo virtuoso.

En un país como la Argentina esta red de incentivos requiere que el Estado tenga una participación importante para reducir los incentivos a consumir stocks y expropriar inversiones privadas (en forma indirecta como ser reducir tarifas una vez las inversiones fueron realizadas). Es decir como logramos que el anterior círculo virtuoso no se vuelva vicioso.

Implica esto que el «Gran Gasoducto» tenga que ser público? No necesariamente. No nos olvidemos que YPF fue estatizada y eso no resolvió todos los problemas de sector. Aunque es importante notar, como hace Daniel Dreizzen en esta entrevista que le hizo Luciana Vázquez para La Nación que la producción no convencional en Vaca Muerta es de los pocos sectores que hay crecido fuerte en el último gobierno kirchnerista.

¿Qué hace falta para aumentar la producción? Productividad, que ya está. Precio: hay un precio local o uno internacional relativamente bueno para este tipo de inversiones. Pero hay dos problemas principales. Uno es general, macroeconómico: las condiciones económicas para que entre plata fresca de afuera, que todavía no llega. El otro problema es que, es tanto el potencial del sector, que se necesitan obras para poder evacuar el petróleo y el gas. El principal cuello de botella para el desarrollo de Vaca Muerta hoy es la infraestructura…

Hay otros problemas, pero el régimen fiscal petrolero no pareciera ser uno de ellos cuando uno analiza por qué no vienen las inversiones o por qué no crecen más rápido. A pesar de todos los descalabros macroeconómicos, no hay tantos sectores que hayan crecido. Pero en el sector hay un tema de velocidad. Va a crecer, va a seguir creciendo porque es muy productivo: la decisión que tenemos que tomar como país es a qué velocidad queremos que se desarrolle: ¿fuerte o muy lento?

Los últimos gobiernos parecen coincidir en la importancia en desarrollar el potencial de Vaca Muerta antes que sea tarde y se dan cuenta que la invasión rusa en Ucrania les da un «dividendo» que debieran aprovechar. De hecho es probable que si el actual gobierno no fuese tan débil veríamos más medidas. Tratemos de consensuar lo más rápido posible esas reglas que necesita el sector para pasar de ser una carga para el fisco y un drenaje de reservas a ser una fuente de ingresos y divisas.

Donde quedarán diferencias es en el grado de subsidios al consumo. Pero en un contexto en el que se haya derrotado a la inflación las diferencias serán menores (no hay que olvidar que el kirchnerismo congeló las tarifas en BA y GBA porque en el último está su base electoral y también porque para la medición de la inflación son las únicas tarifas que toma el INDEC) y el sector no tendrá problemas en adaptarse a propuestas de subsidios de 5, 10 o 20%.

Cómo se derrota la inflación? Eso es tema para otra nota.


De-crecimiento

18/02/2020

El gobierno sigue mostrando de a poco sus cartas en la renegociación de la deuda que espera conseguir. Y hasta ahora lo visto es lamentable. La anterior entrada en el blog criticaba el falso recorte de las jubilaciones. Con el reciente anuncio que las jubilaciones mínimas se incrementarán en marzo más que lo que hubiera implicado seguir la fórmula de actualización descartada, el gobierno en lugar de reducir el gasto lo aumenta, financiando el «recorte» a las jubilaciones por encima de la mínima con deuda forzosa (juicios que por jurisprudencia va a perder).

Hoy quisiera hablar sobre la máxima del gobierno que dice que antes de pagar el país tiene que crecer. Una idea razonable y que supongo aceptan hasta los acreedores más hostiles. El problema es que el gobierno no tiene un plan para impulsar el crecimiento sostenido. Hasta ahora lo que se ve son medidas para cerrar la economía que puede ser que logren una leve reactivación en el corto plazo pero limitan el crecimiento a más largo plazo pues conducen a una mala asignación de los recursos (i.e. el país termina produciendo menos bienes y servicios que su potencial).

Incluso en un area en que hay un cierto consenso entre el gobierno y la oposición, el desarrollo de Vaca Muerta, no hay señales que incentiven la inversión. Guillermo Nielsen estuvo trabajando en un proyecto de ley para el sector que ahora está en manos de Matías Kulfas (y que por presiones políticas ahora incluiría areas convencionales). Recientemente se anunció que este proyecto también va a esperar a la renegociación de la deuda para bajar al Congreso.

El gobierno debiera percatarse que hay un cambio en la percepción del valor de las reservas petroleras. Se estima que la producción alcanzó, o está por alcanzar, un pico, y de aquí en más va a entrar en declive. Por ende van a quedar reservas de petroleo que no serán explotadas. Hay un trabajo reciente de Cristina Atanasova y Eduardo Schwartz (cuyo resumen pueden leer aquí) que muestra que el valor de mercado de empresas petroleras en los EEUU crece con las reservas probadas que están desarrolladas, pero se reduce con las reservas no desarrolladas. De ello infieren que el mercado penaliza las inversiones en reservas no desarrolladas por el riesgo de cambio climático. Las reservas no desarrolladas son pues activos «varados».

Assets become «stranded» if they become obsolete as a result of market, regulatory, or environmental changes. In the case of oil firms, both developed and undeveloped proved oil reserves are at risk of being stranded. Developed reserves can be extracted from existing wells, while undeveloped reserves are those which are located beneath undrilled sites or which are accessible from existing wells only with relatively large expenditure and time commitment.

Si no estabilizamos la macro y obtenemos una reestructuración amistosa de la deuda corremos el serio riesgo de matar la Vaca Muerta.

Volviendo al crecimiento en general, y dejando el sector petrolero momentáneamente de lado, en mi opinión hay una estrategia disponible que nos puede sacar de esta trampa de estancamiento en la que estamos hace casi una década. Consiste simplemente en unirnos al resto de los países del Mercosur y ratificar el reciente acuerdo de libre comercio con la UE, así como acompañar a Brasil en la búsqueda de otros tratados de libre comercio.

El acuerdo UE-Mercosur le da a los países sudamericanos 15 o más años para reducir sus barreras al comercio proveniente de Europa. Los industriales serios tienen tiempo más que suficiente para adecuarse al nuevo contexto (por supuesto al hacer las cuentas no todos elegirán modernizarse, habrá quienes opten por cerrar). Y la lluvia de inversiones finalmente se materializaría. Volviendo al sector petrolero, la cláusula de eventualmente bajar las retenciones a cero haría creíble y rentable muchos proyectos asociados a la mencionada Vaca Muerta. 

Por supuesto es que el problema es que nuestros industriales no desean competir en lo más mínimo. Me recuerdan a mi hijo de siete años que nos dice que no quiere ir al colegio. El problema es que el Estado-papá cede frente a los empresarios nacionales rentístas (a menudo a cambio de coimas, dicho sea de paso) y así no hay desarrollo posible.

Pero, quizás este sea el destino de la Argentina. En un mundo que cada día valora más el «decrecimiento», entendido como un movimiento ecológico que prefiere crecer menos a cambio de un menor cambio climático, el país podría promoverse como el líder mundial del no crecimiento. Si atraemos suficientes turistas (para los cuales el espectáculo de los piquetes ya va perdiendo atractivo), podríamos sustituir las divisas que quedarían bajo tierra en Vaca Muerta o estranguladas por las retenciones en la Pampa. Peor es nada.


Deuda, ajuste, crecimiento e inflación

29/11/2019

Faltan 11 días para que asuma el nuevo gobierno y todavía no hay certezas sobre el rumbo económico. Luego de ganar las elecciones hace un mes era comprensible que se postergaran las definiciones para no «quemar» a los futuros ministros. Hoy en día esto ya no es creíble y en su lugar debemos suponer que pasa una de dos cosas, 1) el sol que quema (Cristina) es tan fuerte que nada sobrevive su exposición, o 2) no hay un plan económico consensuado. 

Si bien hay señales que Cristina marca bastante el juego político me inclino más por lo segundo. Y lo digo en función de las pocas cosas que se escucharon de más de una fuente (o de boca del propio Alberto Fernández). Entre estas están:

  1. Poner dinero en el bolsillo de la gente con fuertes aumentos de jubilaciones, planes y salarios financiados (cuando sean del sector público) con emisión.
  2. Pagar la deuda (sin quita de capital) cuando vuelva el crecimiento y para ello dejar de pagar intereses por, digamos, dos años. 
  3. No solicitar al FMI el pago del remanente del crédito otorgado el año pasado. 

El tema es que por si solos estos tres hechos no son consistentes. 

Hay consenso en renegociar la deuda tanto privada como con el FMI. Con el FMI esto implica someterse a su monitoreo y cuánto más quiera el futuro gobierno obtener, en extensión de plazos por ejemplo, más va a tener que comprometer reformas estructurales, y entre estas sobresale una rebaja fuerte de las jubilaciones (amplío abajo). Con el sector privado esto requiere hacer una oferta que sea aceptada por al menos el 75% de los tenedores de bonos. 

Para que los acreedores acepten una renegociación deben recibir algo a cambio de aceptar un recorte en el valor presente de sus activos (si no es recorte de capital, por extensión del plazo para recuperar el principal, reducción de intereses, etc.). Esto necesariamente tiene que implicar un aumento en la probabilidad de cobrar. Y esto último solamente se logra con un plan creíble que aumente el superávit del sector público en el futuro cercano y mediano (en el largo plazo todos estamos muertos). 

El problema es que el futuro gobierno sabe que aumentar el superávit fiscal implica hacer un ajuste, algo que le ha criticado al actual gobierno. Intentar hacer el ajuste aumentando impuestos se sabe que no va a reactivar la economía pues es lo que mató al gradualismo de Macri: si no bajan los impuestos en un sendero sostenible no viene la inversión. Y si no se reactiva la economía no se generan fondos para pagar la deuda (el futuro gobierno como el actual fantasean con que el crecimiento soluciona todo, y que el crecimiento vendrá como por arte de magia). 

Esto es algo que saben los inversores externos y no aceptarán ninguna renegociación en estos términos. Y el futuro gobierno esto lo sabe, por eso digo que la ausencia de definiciones indicaría falta de plan integral. 

Más aún, emitir a lo loco para incentivar la demanda doméstica como han sugerido varias figuras del futuro oficialismo va a terminar en una aceleración de la inflación (que ya es de por si muy alta) si estas políticas no van acompañadas de otras que compensen intertemporalmente el perfil del gasto público. Es decir, si no se puede bajar el gasto futuro al mismo tiempo que se incentiva el gasto en el corto plazo (porque solo con este cambio el aumento en la demanda en el corto plazo inducirá a los productores a aumentar la producción y no los precios).

Paréntesis: cuando escucho a ciertos economistas decir que la emisión no genera inflación poniendo como ejemplo el caso del plan emisión cero de Dujovne (ver mi análisis de hace un año aquí) se me eriza la piel y me lo imagino hasta a Keynes revolviéndose en su tumba. 

Y la única forma de reducir el gasto futuro que es posible hoy en día es a través de una reforma integral del sistema de jubilaciones que implique un ahorro de al menos dos puntos del producto. Esto implicaría no solo cambios en la fórmula de actualización de los haberes (ver nota de ayer de Carlos Pagni en La Nación), sino también en la tasa de reemplazo que determina la jubilación en función de los últimos salarios y cantidad de años de aportes

En definitiva, las piezas del rompecabezas todavía no encajan para formar la imagen de un plan económico integral y creíble. 


Deterioro en las expectativas

08/02/2018

A fines del año pasado el gobierno anunció cambios en las metas de inflación. Pocas semanas más tarde forzó al Banco Central a bajar la tasa de interés (éste lo había hecho en un principio por 75 puntos básicos y una semana más tarde recortó las tasas otros 75 puntos básicos). El gobierno buscaba de esta forma estimular la economía para crecer más en un contexto en el que el triufo electoral del año pasado no habría incentivado la llegada masiva de inversiones.

Sin embargo parece que la jugada hubiera salido mal. El último relevamiento de expectativas de mercado del Banco Central muestra un aumento en la inflación esperada y una caída en el crecimiento esperado. En efecto, la inflación esperada aumentó en un mes de 17,4% a 19,4% pero el crecimiento esperado para 2018 pasó de 3,2% a 3%. ¿Cómo se explica esto? 

La teoría nos dice que una política monetaria más laxa (o menos contractiva) debiera tener efectos positivos tanto en la inflación como en el nivel de actividad. A mi entender lo que sucedió es que al anunciar el gobierno el cambio en las metas de inflación, y además hacerlo diciendo que la suba de las tasas después de las elecciones había quitado aire a la recuperación de la economía, fue interpretado por el mercado como una señal que las cosas no están bien.

En efecto, las expectativas influyen en el equilibrio económico, y las noticias afectan las expectativas. Las acciones de fin de año del gobierno constituyeron malas noticias que el mercado usó para adaptar sus expectativas. Y este deterioro de las expectativas probablemente tenga efectos negativos sobre la actividad económica (hay trabajos académicos sobre esto, com por ejemplo este de Nir Jaimovich y Sergio Rebelo publicado en el AER en 2009). Esto último lo podemos ver reflejado en el siguiente cuadro de Federico Muñoz que vi en Twitter:

La línea celeste es el riesgo país de Argentina, mientras que la roja es un promedio de Brasil, Colombia, Perú y Uruguay. Ambas muestran una trayectoria común (más volátil para nuestro país) hasta fin del año pasado. En ese momento el riesgo país de nuestro país empieza a ascender mientras que el del resto sigue su trayectoria descendente (nótese que la muestra es previa al aumento en la volatilidad de los mercados internacionales de los últimos días).

El gráfico es claro. La economía no responde mecánicamente a los cambios de política monetaria. También los toma, y la forma en que se anuncian, para actualizar su información, en este caso negativamente.


Haz lo que yo digo

05/07/2016

En este momento Mauricio Macri está de gira por Europa. Y los medios nos cuentan lo bien que le va por estos pagos. Por ejemplo, esta nota en La Nación tiene por título «Acuerdo de Macri y la UE para una mayor integración». La semana pasada el presidente fue a Chile a participar de una cumbre de la Alianza del Pacífico como observador. Y aunque algunos lo tomaron como «el puntapié inicial para que el Mercosur empiece a caminar hacia las negociaciones de un acuerdo de libre comercio con este bloque regional», la realidad es que fue más un gesto político que otra cosa. Porque como bien observa Natasha Niebieskikwiat en Clarín, Argentina es el «país observador número 49 de la Alianza».

Como el segundo semestre empezó sin claras señales de luz al final del túnel hay que hacer gestos para recordarle al mundo que la Argentina va en camino a ser un país serio donde vale la pena invertir. ¿Pero es esto así? No según esta excelente nota de Carlos Pagni hoy en La Nación.

La economía es otro campo para la ambivalencia. El jueves pasado, Macri insinuó un giro aperturista al participar de la reunión de la Alianza del Pacífico en Frutillar. Fue una señal simbólica. Al mismo tiempo, su administración dio dos pasos en el sentido contrario. A instancias del Ministerio de la Producción, que conduce Francisco Cabrera, impulsó una ley por la cual el Tesoro resignará recursos para premiar a las autopartistas que incorporen piezas locales. Cuando Dilma Rousseff, en 2012, adoptó una medida similar, los analistas lamentaron que «Brasil está tomando el camino de la Argentina». La Argentina de los Kirchner.

Mientras se aprobaba esta medida, el Ministerio de Comunicaciones, que dirige Oscar Aguad, anunció un subsidio, a través del programa Ahora 12, para la adquisición de los celulares que se ensamblan en Tierra del Fuego. La excusa es promover el uso de teléfonos 4G porque las bandas 2 y 3G están saturadas. Sería como facilitar la compra de autos más veloces para compensar la falta de autopistas.

Las plantas de ensamblado fueguinas cuentan con varias capas de protección: no pagan aranceles, ni Ganancias, ni IVA; cobran el IVA a sus clientes, pero no lo transfieren a la AFIP, y, además, se benefician con un impuesto tecnológico que encarece en 30% los productos que compiten con los que ellas «fabrican». Aun así no les alcanza para sobrevivir: por eso el sector de celulares tendrá un respirador adicional. Es lógico. Rivalizan con países donde la mano de obra es baratísima y el mercado, gigantesco. En la India acaban de lanzar un smartphone de 4 dólares.

El enfoque oficial sobre el régimen fueguino repite el del kirchnerismo en la versión Débora Giorgi. Y también el que habría adoptado Daniel Scioli: el importador Rubén Cherñajovsky, líder de los ensambladores de la isla, fue clave en su campaña. Cherñajovsky puede descansar. La principal productora de celulares en la isla es Mirgor, la empresa de Nicolás Caputo, álter ego de Macri. Mirgor también es autopartista. Quiere decir que Caputo recibió dos buenas noticias la semana pasada. Los economistas kirchneristas critican este beneficio. Es raro que lo adviertan. Porque les sigue costando comprender fenómenos mucho más sencillos, como los retornos de Báez y Cristóbal a los Kirchner a través de los contratos de Hotesur.

¿A qué apuesta el mercado? ¿El Gobierno va hacia una apertura o profundizará la protección? Una respuesta tentativa: la acción de Mirgor subió desde noviembre más de 200%. El índice Merval, 7%.

Es tan claro Pagni, que mi post termina siendo un copy paste de su nota. El gobierno necesita(ba?) inversiones para que su «plan económico» fuera consistente. Para ello hay que convencer a los inversores que «esta vez es diferente». Esto explica los gestos con la Alianza del Pacífico y con la Unión Europea. Pero como bien señala Pagni, lo primero es simbólico, mientras que un acuerdo comercial con la UE es menos probable luego del Brexit (y ya era poco probable). El mercado no se come los amagues y sabe que el país sigue siendo poco confiable, por goleada. Mirgor 200, Merval 7.

EXPOST: Al mismo tiempo que escribí este post, Angela Merkel se reunía con Macri y le puso los puntos sobre las íes a las ilusiones de un pronto acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la UE.

Unos segundos antes, el Presidente había reiterado el reclamo para que se reabrieran las exportaciones de biodiésel y había deslizado una presión sutil. «Necesitamos que Francia flexibilice sus posiciones, pero confío en el liderazgo de Alemania», había dicho.

Con ese reclamo, Macri no logró mover a Merkel ni un centímetro. La mandataria se encargó de aclarar que la resistencia no es sólo de ese país europeo, sino que también proviene de Alemania. «Nuestro ministro de Agricultura también vela por los detalles y va a ser muy complicado porque la Argentina ahí tiene sus puntos fuertes», advirtió, para después matizar: «Eso no quiere decir que no lo vamos a poder hacer».

Después de la conferencia se agregó otro dato desalentador para la integración UE-Mercosur. Para evitar tensiones a consecuencia del Brexit, la Comisión Europea resolvió que todos los acuerdos de libre comercio del bloque deben ser aprobados por los parlamentos de los países que integran el bloque, un requisito que los torna inalcanzables, al menos hasta que cambie el viento.

De hecho el primer damnificado por el mayor proteccionismo de la UE post Brexit es Canadá, que estaba muy cerca de cerrar un amplio acuerdo de libre comercio.


Pospesimismo

29/06/2016

Esta entrada cierra una trilogía de notas sobre la economía argentina con un enfoque moderadamente pesimista (ver acá y acá las notas anteriores). Hasta hace un mes creía que el gobierno tenía un plan que implicaba llevar la economía argentina hacia una mayor eficiencia. Esto se podía lograr con una devaluación del tipo de cambio acompañada de una reducción de las tarifas y barreras al comercio. Lo segundo impediría que la devaluación se traslade a precios. El mayor tipo de cambio real, sumado a un sendero creíble de ajuste fiscal que garantice una caída en la inflación, y eventualmente en la carga tributaria, daría al sector privado los incentivos a invertir. Un círculo virtuoso (no el único) que se podía empezar estos días, ya que estamos terminando de digerir los muertos de los contratos de futuros de dólar.

El gobierno en estos meses tomó medidas que son incompatibles con esta idea, así como con otras posibles que podríamos llamar de «economía de oferta». En su lugar adoptó una postura keynesiana de incentivar la demanda sin importar si esto comprometía las, de por sí laxas, metas de reducción del déficit fiscal. El argumento implícito para ello es que hay que llegar a las elecciones legislativas del año próximo con apoyo. Y el ajuste es a la popularidad del gobierno como el ácido sulfúrico a la piel.

En mi opinión esta decisión de política es errónea ya que mira el corto plazo y no toma en consideración que hoy quizás el gobierno pueda responsabilizar al kirchnerismo por la inflación alta de este año, pero va a tener que hacerse plenamente cargo de los registros de 2017, y sin un plan no se llega al 1% mensual (o menos) necesario para ganar las elecciones. Orlando Ferreres en una nota en La Nación online hoy dice algo similar.

La inflación reprimida por la administración anterior al 10 de diciembre de 2015, al dejar el poder  Cristina Kirchner, era de 83 %. Es decir, si no hubiera ningún nuevo factor de inflación, esa sería la inflación que se registraría en la Argentina. El problema del gobierno fue decidir como ir registrando esa inflación reprimida y decidió hacerlo en varios años, gradualmente. Por lo tanto, tendremos inflación por lo menos por tres o cuatro años.

El problema del gradualismo es que afecta la credibilidad política del propio Gobierno. ¿A quién se le podría echar la culpa de la inflación en 2017 o 2018? Será difícil asignarla al gobierno anterior, aunque sea cierto, pues éste ya se fue en 2015.

¿Qué puede hacer el gobierno si las restricciones políticas son realmente fuertes? Hay dos posibilidades. Una es persistir en el camino supergradual a la normalización de una economía de mercado que atraiga inversiones como en los años noventa, y tratar al mismo tiempo de construir las mínimas instituciones para no caer en los vicios de siempre (mayormente endeudamiento excesivo). Aquí se corre el riesgo de perder el voto antes de lograr la normalización económica.

Pero hay otro camino, que tiene un menor riesgo de perder elecciones, y le daría al gobierno fortalezas cuando llegue a ser oposición. Consiste en crearle una bomba a sus sucesores, pero muy distinta de la bomba que Macri heredó de Cristina. Es hacer un gobierno populista pero eficiente. Mantener impuestos y gasto elevados, pero no derrochar recursos. Esto ataría de manos a un potencial sucesor peronista que no sea un buen administrador. Si quiere «robar» del Estado como hicieron Menem y los Kirchner tendría costos sociales de primer orden (estando impuestos y gastos a nivel elevado, las distorsiones ya no son de segundo orden).

De alguna manera implícitamente es lo que esta haciendo el gobierno (que como menciona esta nota reciente del Financial Times parece seguir el camino del mínimo esfuerzo). Aumenta el gasto social, ordena subsidios (reduce los excesivos pero otorga otros), busca mayor eficiencia en la administración, etc. El costo es que se condena en el corto y mediano plazo al país a un nivel de crecimiento y desarrollo bajo, ya que la alta carga impositiva redunda en menores incentivos para la inversión privada. A la larga se crecería una poco más, ya que se genera estabilidad política dado que la oposición peronista solamente podrá llegar, y mantenerse, en el poder si adopta la misma estrategia de eficiencia administrativa. Pero el potencial seguiría bajo. Como nos pasa con la selección de fútbol, que paga un altísimo «costo argentino»: la AFA.

Si esto es lo mejor que se puede hacer es porque el gobierno tiene los pies sobre la tierra, pero no la cabeza en las nubes. 


Uber, Monsanto, y el círculo (rojo) virtuoso

19/04/2016

La Argentina está a un pasito de salir del default. Y esta era una condición necesaria para el lanzamiento de un plan económico integral. Mucho se ha especulado sobre la naturaleza de este plan, y existe consenso sobre un aspecto del mismo: el motor del crecimiento va a ser la inversión. Por obvias razones políticas también se están tomando medidas para que el consumo no caiga mucho (sea por caída del salario real como del nivel de empleo).

Al leer los medios hay que tener cuidado con la forma en que se presentan los hechos. Por ejemplo, la manifestación que apoyó la presentación de Cristina Kirchner en Comodoro Py, con la Cámpora haciendo de policía, ¿fue positiva para el gobierno de Macri porque le recuerda a la población el desastre K? ¿O fue negativa porque nos muestra la incapacidad del gobierno para controlar la calle? La realidad es que ambas lecturas coexisten y no son excluyentes. Por ahora. Porque como bien analiza Jorge Fontevecchia el domingo en Perfil, si el gobierno no encauza la economía permite la aparición de un nuevo relato K

Según [el economista] Dante Sica: “La inflación se va a terminar combatiendo con desempleo, el ingreso de las familias caerá, y más hogares van a atravesar la línea de pobreza”.

Un contexto económico así requeriría una dosis de optimismo muy grande en el futuro para contener o aplacar la conflictividad social. Que literalmente “lluevan dólares” y haya un boom de inversiones que, aunque no hubieran aún generado efectos de derrame, hicieran verosímil la llegada de un nuevo ciclo de crecimiento. Y es ahí donde nuevamente turbulencias políticas, derivadas o relacionadas con avances judiciales, podrían posponer inversiones dificultando el plan económico del Gobierno…

Hay una diferencia entre una narración y un relato: Macri tiene una narración pero el kirchnerismo tenía un relato porque era una narración que lograba transformar la realidad. La palabra de Cristina hoy, mientras no consiga torcer el rumbo de los acontecimientos, deja de ser relato para ser una narración más, entre varias. Pero si la economía se le fuera de las manos a Macri, otra vez se les produciría a los kirchneristas la posibilidad de construir un relato.

Fontevecchia ve a la incertidumbre política como un factor que pondría en peligro la llegada de inversiones, alargando la recesión y dinamitando el apoyo que el gobierno hoy tiene en las encuestas. En esta nota quiero hacer notar otro factor de riesgo: que el gobierno se contente con atraer inversiones de cabotaje de empresarios del círculo rojo y no logre seducir al capital extranjero que traería tecnología de punta junto con los dólares. El problema es que esto resultaría en una recuperación a velocidad lenta con un techo muy bajo para el ingreso per cápita. Y los medios no reflejan el hecho que no todas las inversiones son iguales.

La semana pasada el gobierno envió dos señales negativas a potenciales inversores extranjeros. Por un lado se atacó muy fuerte el desembarco de Uber en el país. Por el otro el ministerio de agricultura reguló el monitoreo que Monsanto hace sobre los embarques de soja para detectar si la misma se obtuvo con su tecnología y si el productor pagó las regalías correspondientes. Estamos ante dos ejemplos de avances tecnológicos que encuentran medios hostiles para desarrollarse. Pasemos a analizar ambos casos.

Uber compite con el servicio de taxis. Acá y en todas las ciudades del mundo donde presta, o intentó prestar, su servicio. De hecho Macri no es el primer presidente en meterse en la disputa entre Uber y las autoridades municipales de una ciudad. Ya lo hizo Francois Hollande en Francia el año pasado. Pero Hollande es un presidente socialista, Macri supuestamente es «desarrollista». Es cierto que en parte el éxito de Uber radica en eludir regulaciones y leyes laborales lo que permite ofrecer un servicio de transporte a un precio competitivo. Pero también es cierto que ofrece un servicio complementario al taxi. Por ejemplo, al permitir la variación de los precios según la demanda se incentiva la oferta, y ¿quién no ha sufrido por no poder conseguir un taxi cuando llueve? No digo que el gobierno de la Ciudad no tenga razón en tratar de enmarcar el servicio dentro de una regulación razonable. Pero la respuesta del gobierno nacional parece ludismo puro (al menos calma a los ansiosos por la robotización). Y eso no atrae tecnología de punta.

Al respecto propongo una medida para calmar los ánimos de los taxistas. O al menos para que quede claro que sus protestas son para defender una renta. Que el gobierno de la Ciudad se comprometa a recomprar las licencias de todos los taxis que decidan dar de baja su servicio debido a la competencia de Uber (pagando el máximo entre el precio de mercado y un precio sostén). Esto le reduce la incertidumbre a los taxistas respecto a la rentabilidad de su negocio. Si invierten hoy en una licencia y dentro de un año descubren que Uber copó el mercado, saben que la pérdida de capital si el precio de la licencia se desploma está acotada por el precio sostén. Una idea similar se discutió en Australia a fines del año pasado.

Monsanto es líder mundial en ingeniería genética de semillas. El país se benefició ampliamente con la soja Roundup Ready que permitió un boom en la productividad desde hace aproximadamente 20 años. Ahora Monsanto desarrolló una nueva semilla, la Intacta RR2 Pro. Y para asegurarse el cobro de las regalías en los contratos se implementó un sistema por el cual los productores se ven obligados a firmar una cláusula en los contratos de granos donde aceptan que se realice un test sobre su soja a fin de determinar si fue producto del uso de la semilla Intacta. Si el productor usó la tecnología y no la pagó, en el puerto Monsanto aplica un descuento directo sobre el grano. La regulación reciente del ministerio de agricultura se mete en este contracto entre privados. De nuevo, no digo que no haya que regular, en especial cuando la relación es asimétrica entre un monopolista y un conjunto de «pequeños» productores. El problema es cómo hacerlo.

Al respecto propongo que la regulación se limite a asegurar un doble muestreo de las semillas, enviándose a un ente dependiente del ministerio (el INTA?) una de las muestras. Si Monsanto dice que un productor usó su tecnología sin pagar, el productor puede decir que no es cierto y exigir al ministerio la verificación correspondiente. Si esta verificación confirma lo hallado por Monsanto el productor debe pagar una multa. En caso contrario será Monsanto el que pague una multa. De esta manera se asegura la fiscalización sin abusos y la intervención del ministerio es mínima (las muestras tomadas se descartan pasado un tiempo prudencial si no hay reclamos).

También el gobierno podría exigir que Monsanto cobre una fracción de sus regalías en forma proporcional al grano cosechado (y el resto con la venta de las semillas). Esto tiene un beneficio para todos los productores ya que comparten el riesgo de su negocio (pensemos en los campos inundados en Santa Fe). También implica una transferencia de recursos de los productores en la zona núcleo a los productores en zonas marginales, pues los primeros pagarán más por la tecnología que los segundos. Desde la perspectiva del país en conjunto esta sería una medida deseable ya que al reducirle el costo a los productores marginales se amplía el área sembrada en futuras campañas generando más trabajo y más ingresos por exportaciones.

Al mismo tiempo que el gobierno envió estas dos señales negativas a potenciales inversores externos, Macri ayer se reunió con empresarios nacionales y les pidió inversiones

El enojo de Macri con muchos empresarios, a quienes en la cena del Cippec acusó de «aprovechar la libertad para remarcar precios de manera descarada», quedó en evidencia en el inicio de sus quince minutos de discurso.

«Acá hay gente que puso primera y otros que todavía están pensando. La manera que tienen ustedes de luchar es invirtiendo, y eso es lo que la Argentina necesita de ustedes», dijo Macri…

La posibilidad de que ingresen inversiones extranjeras durante el segundo semestre fue tema de conversación durante toda la jornada. El presidente provisional del Senado, Federico Pinedo, contó en un almuerzo de la Fundación Río de la Plata (FURP) que el ministro de Hacienda, Alfonso Prat-Gay, fue receptor de inquietudes de inversores, que preguntan «si los empresarios argentinos invierten en el país».

Consultado sobre el tema luego del encuentro con los empresarios , Cabrera dijo a LA NACION: «Hay inversiones latentes por US$ 20.000 millones que son empresas radicadas en el país, y que ya están decididos. Para las obras de infraestructura, en cambio, muchos esperan que el Estado o los locales inviertan para luego venir ellos», afirmó.

Estimado Cabrera, si las señales que se envían a los extranjeros son incompatibles con el círculo virtuoso del crecimiento en base a inversión en tecnología que aumente la productividad, no se sorprenda si por largo rato se quedan esperando antes de venir a estas latitudes. Por lo menos hasta que el «desarrollismo» del gobierno deje de ser mercado interno rentístico.


Estabilizaciones recientes

03/02/2016

El gobierno de Mauricio Macri tiene por delante el desafío de estabilizar la economía. Por esto se entiende alinear las variables macroeconómicas más importantes para que su evolución en el futuro mediato dé el marco adecuado para que el sector privado tome decisiones con baja incertidumbre. Dado que el gobierno saliente de Cristina Kirchner eligió irse por la puerta chica dejando un déficit fiscal grande (cerca de 7% del PBI), esta estabilización forzosamente tiene que tener un componente de ajuste. La reciente suba de tarifas eléctricas, que será seguida en breve por el gas, y más adelante por el transporte, se encuadra en esta lógica.

Repasemos el contexto de las tres últimas estabilizaciones más importantes en Argentina: el plan Austral, la Convertibilidad, la salida de ésta por Remes-Lavagna.

En la previa al plan Austral la inflación en Argentina era de aproximadamente 700% anual. De manera que el objetivo principal en dicha estabilización fue bajar la inflación. Para usar la terminología en boga en los medios (ver post al respecto de mediados del año pasado) el plan aplicó un shock basado en dos patas: El BCRA dejaría de financiar al gobierno, reemplazando el impuesto inflacionario por retenciones a exportaciones agrícolas. Se congelaron precios y salarios, usando una tablita para desagiar contratos nominales. El plan fracasó porque si bien la situación fiscal mejoró, no lo hizo lo suficiente para hacer creíble la estabilización. Se dice que Ricardo Alfonsín no tuvo el capital político para tomar medidas impopulares que hubieran aumentado las probabilidades de éxito del plan (el famoso, no supe, no pude, no quise).

Cuando Domingo Cavallo asume como ministro de Economía en 1991, la Argentina estaba superando su segundo pico hiperinflacionario en dos años. De manera que el objetivo principal del plan también fue bajar la inflación. A diferencia del Austral, la Convertibilidad fue tan exitosa, que desde entonces la inflación anual no ha pasado del 43% y la inflación ha dejado de ser el objetivo principal al diseñar un plan de estabilización (ya sea para la salida de la Convertibilidad por Remes-Lavagna, como hoy en día).

El éxito de la Convertibilidad se basó en lograr rápidamente la consistencia tanto de corto como mediano plazo. La primera se consiguió al cambiar el régimen monetario y hacer creíble que se dejaría de emitir pesos sin respaldo. La segunda se consiguió gracias a numerosas reformas estructurales que hicieron creíble que una estrategia basada en el crecimiento resolvería los problemas del país (fiscales, redistributivos, del sector externo, etc.). Ayudó que Erman Gonzalez previamente liberara precios a fines de 1989, que Carlos Menem apoyara firmemente el plan económico, y que Cavallo en los ochenta postulara su creencia en la economía de oferta en el libro «Volver a crecer». Todo esto hizo que los agentes económicos formaran expectativas bajo el supuesto de la persistencia de la Convertibilidad en el tiempo (en forma total luego de la defensa exitosa de la misma al contagio del Tequila).

En ambos casos la deuda externa fue un factor que influyó en el diseño del plan, ya que la Argentina no tenía acceso a los mercados de capitales internacionales. Pero para la tercera estabilización que resumo en este post, la que siguió a la salida de la Convertibilidad, la deuda fue el detonante, y el objetivo principal fue regresar lo antes posible al pleno empleo, luego que el desempleo llegara al 18% en el final de la Convertibilidad y subiera a alrededor del 22% en 2002 (año en que el producto se contrajo 11%). La estabilización se basó en la congelación virtual de los salarios del sector público que le permitieron al país alcanzar rápidamente un superavit fiscal. Por supuesto que los salarios en el sector privado también se redujeron en términos reales lo que ayudó a reducir el desempleo llegándose al «pleno empleo» en 2006. El conseguir el doble objetivo de balancear las cuentas fiscales y reducir el desempleo hizo que la devaluación, pocos meses después de dispersada la desorganización inicial de la pesificación asimétrica y el corralón, lograra coordinar expectativas en forma favorable.

Llegamos finalmente a la situación actual. El equipo económico de Macri enfrenta una situación considerablemente más benigna, ya que ni el desempleo ni la inflación ni la deuda externa son un imperativo como lo fueron en el pasado. La economía acarrea efectos nocivos por la acumulación de distorsiones durante años (más de una década en el caso de las tarifas en el sector energético). Pero, como en todo plan de estabilización, la clave está en lograr que el conjunto de medidas a adoptar convenzan al sector privado que las variables macro se encauzarán.

En breve escribiré un pronóstico para la economía local. Quería dejar este breve repaso histórico para que el lector ponga en perspectiva al actual plan económico. También sirve ver la dinámica de la inflación en los primeros meses del nuevo gobierno en el sitio inflación verdadera.


The growth fairy trap

15/12/2015

El título de este post parafrasea a Paul Krugman quien recurrentemente critica lo que llama «confidence fairy«, o hada de la confianza. En su caso la crítica es a los argumentos de economistas neoclásicos (o no tan neokeynesianos como él) que sostienen que los programas de austeridad en Europa tienen efectos positivos sobre la demanda agregada: Supuestamente una consolidación fiscal al mejorar las expectativas sobre la marcha de la economía en el futuro (por menores impuestos futuros, tasas de interés más bajas, etc.) incentiva el consumo y la inversión en el presente compensando, al menos en parte, los efectos negativos de la política fiscal contractiva. Para Krugman estos argumentos son un cuento de hadas y la austeridad provoca un colapso de la demanda agregada. Si llegara a haber un rol para las expectativas sería negativo al reforzar el pesimismo corriente.

Si bien podría escribir sobre el papel de las expectativas en una eventual ajuste macroeconómico en Argentina, la nota de hoy es sobre la creencia de algunos economistas de Cambiemos que dicho ajuste no sería necesario, y que logrando volver a crecer (parafraseando ahora a Domingo Cavallo) se arreglan las cuentas fiscales. Esta postura al menos la comparten el presidente y vice presidente del BCRA, Federico Sturzenegger y Lucas Llach. Del primero se lo escuchó exponer esta idea en el ciclo de Miguel Angel Broda hace unos meses. El segundo escribió hace poco sobre el tema crecimiento en su blog en La Nación

Tenemos todo por hacer: fábricas, start-ups, puentes, autopistas, puertos, y todo eso con gran productividad porque están los recursos naturales y humanos para complementar ese capital. ¿Cuándo vendrá el capital a aprovechar esos recursos? Cuando lo atraigamos. Cuando el bono argentino pague 200 puntos de extra sobre el norteamericano, como el peruano, y no 500 puntos. Cuando comprar una computadora no cueste el triple que en otros países. Cuando pueda escribirse un contrato protegido por la inflación; y por la Justicia.

Mientras Sturzenegger sostuvo una idea más radical, que no hay un ajuste macroeconómico sino un problema de crecimiento, en su post Lucas es más realista y sostiene que luego de ordenar la macro vendría el capital y se crecería, en mi opinión el peso que hay que darle al crecimiento como factor de ajuste es muy bajo, y por eso en el título pongo que esta hada del crecimiento es una trampa. Paso a explicar porqué.

Primero y trivial, si crecer resolviera los problemas de una economía todo el mundo lo haría. Pero no hay «free lunch» (menos que menos «free growth»).

Segundo, para crecer se necesita inversión, y para ello es necesario crear un clima de negocios. Como dice Lucas, hay que atraer al capital. Pero para ello es necesario más que levantar el cepo y las restricciones al comercio. Para invertir se necesitan decisiones, no señales, que hagan a la incertidumbre típica de todo negocio (la soja subirá o bajará?) la única fuente de riesgo. Y en Argentina el riesgo político es alto (hoy bajan las retenciones, pero si en dos años se complican las cuentas las vuelven a subir).

No se la totalidad de medidas que se necesitan para atraer capitales. Si se, que dentro de las mismas está ordenar la macro, para que el gobierno quede expuesto sólo a las fluctuaciones normales del ciclo y no a dinámicas no sustentables (como el endeudamiento explosivo de los noventa, los subsidios casi plenos de los K, o la dependencia del impuesto inflacionario para cerrar las cuentas). Es decir que el ajuste es una condición necesaria para crecer, no el crecimiento un sustituto del ajuste.

Tercero, supongamos que se realiza el ajuste, que se logra la combinación de shock y gradualismo que reestablece el balance intertemporal de las cuentas públicas. Vendrán galopando los capitales al país? No necesariamente, y aunque vengan nada garantiza que financien inversión productiva. Las empresas grandes son las que podrán acceder más rápidamente al financiamiento y crecer. Pero para las empresas medianas y pequeñas hay dos obstáculos.

Por un lado la capacidad de endeudarse está limitada por su escaso endeudamiento corriente. En efecto, el poco crédito bancario en la Argentina (no nos olvidemos que menos de diez años atrás Martín Redrado, entonces presidente del BCRA, se jactaba que el crédito era sólo un 10% del PBI) hoy no va hacia ellas porque las señales de precios no les favorecen. Pero una vez que el ajuste, que incluye el reacomodamiento de precios relativos (en particular un tipo de cambio hoy retrasado), esté hecho, les costará tomar crédito justamente por su nulo o escaso historial de crédito. Si esto suena paradójico en parte es porque es así.

El segundo obstáculo es la capacidad de endeudamiento del sector bancario, ya que para prestar tiene que tomar dinero. Y en un contexto inflacionario el mayor fondeo deberá ser de líneas de crédito del exterior. Pero la Argentina no tiene un historial de flotación de tipo de cambio, ni los instrumentos para cubrir este riesgo, que haga atractivo este margen intensivo del negocio de intermediación (el margen extensivo es otra historia, y si bien espero la aparición de nuevos intermediarios, no alcanzará para que explote el crédito).

Cuarto, supongamos que la Argentina vuelve a crecer. Qué garantiza que los gastos provinciales no se desboquen generando obligaciones contingentes para la Nación cuando el ciclo se revierta? (el soft budget constraint que ayudó a matar la convertibilidad via patacones y otras yerbas malas) Hablar hoy en día de una nueva ley de coparticipación no alcanza. Como dije antes, se necesitan decisiones no señales.

Se ve la magnitud del problema que enfrenta el país para lograr el crecimiento sostenible. Hay que hacer el ajuste al mismo tiempo que se toman medidas que faciliten el acceso al crédito de los «ganadores» con las nuevas reglas de juego (así como también que incentiven el fondeo de los bancos), y hay que crear instituciones que solidifiquen estas reglas de juego en el tiempo y ante contingencias previsibles. Y todo con un gobierno nuevo, sin mayorías en el Congreso, que antes de asumir ya empezó a sufrir el retaceo de apoyo de su principal socio, la UCR (hoy con la crítica de Cobos un poco más explícito). Para mí, y terminando en inglés como el título, a long long shot.