Ideas para un plan, 1

30/03/2023

Está por empezar la campaña electoral con un panorama abierto, no por el ganador sino por el modelo de país para el futuro, como no se veía desde 2003. En aquel entonces la elección presidencial que terminó coronando, por abandono, a Néstor Kirchner tuvo lugar luego de una crisis que comenzó en enero de 1999 en Brasil y que explotó tres años más tarde. Ahora estamos en otra crisis cuyo comienzo es más difuso y cuya explosión todavía no tuvo lugar.

Con la reciente renuncia de Mauricio Macri a ser un pre-candidato por JxC se empieza a despejar el juego en el espacio del que, con altísima probabilidad, surgirá el próximo presidente. Pero a menos de siete meses de las elecciones la oposición no ha presentado todavía un plan de gobierno. Hay solamente ideas vacías y expresiones de deseo. Y en mi opinión JxC ya me (nos?) engañó una vez y no le daré mi voto simplemente porque no hay mejor alternativa. Al igual que en 2019 anticipo que en tal caso votaría en blanco.

Entiendo que sea difícil hacer campaña sobre el caballo del ajuste. Pero de ahí a considerar los necesarios recortes del gasto público como una singularidad aberrante (una especie de agujero negro) que debe ser negada o abjurada hay un trecho. Es cierto que este año, a diferencia de 2015, la discusión shock o gradualismo parece haber pasado de «el mínimo shock necesario», a «el máximo shock posible». Pero hay dos problemas. Por un lado, y como dije arriba, no se explicita el ajuste. Por otro lado un gran shock sin un plan integral es, bueno, solamente un shock.

En esta, y en una serie de notas a publicar en los próximos meses, quiero contribuir a la construcción y explicitación de un plan. Partamos de la base que la Argentina tiene hoy nula credibilidad que le impide explotar a fondo sus riquezas. Conjeturemos que estas riquezas podrían, en caso de ser utilizadas de acuerdo a su potencial, duplicar el nivel de producto per capita del país (veremos al final de esta serie de notas si la conjetura es realista o no). Con este incentivo, y la mencionada restricción, veamos qué se puede hacer.

La Argentina tiene hoy un instrumento para ganar credibilidad en poco tiempo. Consiste en ratificar el acuerdo comercial entre la Unión Europea (UE) y el Mercosur. Ya escucho las voces críticas diciendo que muchos sectores industriales del país saldrán perdiendo y que numerosas empresas terminarán en la quiebra condenando a multitudes de trabajadores al desempleo. Mi primera reacción es decir «¿y qué?» condensando la bronca que me despiertan estos pseudo-industriales cuya única ventaja comparativa es en hacer lobby.

Es cierto que el principio de acuerdo comercial podría ser más ventajoso para la Argentina pero la realidad es que refleja un compromiso entre 27 países por la UE y 4 por el Mercosur. Nuestro acuerdo «ideal» no tendría consenso. Aferrarse a él equivale a negar un acuerdo y permanecer aislados del mundo. Aceptarlo con sus imperfecciones equivale a tomarlo como Norte que guiaría el desarrollo económico del país por los próximos veinte años. Y es en esta faceta normativa que el acuerdo es extremadamente valioso pues ordena expectativas y actúa como lo fue la convertibilidad en 1991: una espada que corta un nudo gordiano (la hiperinflación en ese entonces, la nula credibilidad hoy).

Para ser modernos va un breve resumen del acuerdo comercial obtenido via una serie de consultas con Chat GPT, con énfasis en el sector agropecuario y las retenciones:

El acuerdo comercial entre la UE y el Mercosur establece un marco para el comercio de productos agropecuarios entre ambas partes. En términos generales, el acuerdo permite a los productos agropecuarios del Mercosur acceder a los mercados de la UE sin ser penalizados por aranceles aduaneros, lo que significa que los productos sudamericanos pueden ser vendidos más fácilmente en Europa.

El acuerdo incluye una lista de productos agropecuarios que estarán sujetos a reducciones arancelarias o a la eliminación completa de las tarifas aduaneras, y también establece un sistema de cuotas para ciertos productos agropecuarios sensibles. Estas cuotas se establecen para proteger a los productores europeos de una posible inundación de productos agropecuarios importados, y se limitan a productos que se consideran sensibles. Entre los productos agropecuarios sujetos a cuotas se encuentran:

  • Carne bovina
  • Azúcar
  • Productos lácteos
  • Maíz
  • Soja

El acuerdo prevé la eliminación gradual de las retenciones aplicadas por el Mercosur a una amplia gama de productos agrícolas e industriales exportados por la UE. Esta eliminación se llevará a cabo de manera progresiva y se completará en un plazo determinado. Además, el acuerdo establece medidas para prevenir la imposición de nuevas retenciones en el futuro, y para solucionar cualquier disputa que surja con respecto a las retenciones existentes.

Las cuotas a las principales exportaciones agropecuarias del país han servido de excusa para criticar el acuerdo. Excusa de los pseudo-industriales, no de los productores agropecuarios y la agroindustria. En forma similar, la eliminación de las retenciones es una de las principales razones por las cuales la «casta» política rechaza el acuerdo pues le quita una de sus principales fuentes de financiamiento (aunque hoy en día con los desarrollos informáticos y de imagen satelital el cobro de impuestos a la producción agropecuaria debiera ser cosa de coser y cantar).

Pero esta es una visión de equilibrio parcial, que no tiene en cuenta las avenidas de desarrollo que se le abren al país si se ve obligado a un sendero de reducción y eventual eliminación de las retenciones. Durante décadas en la Argentina vivimos aferrados a una idea postulada en 1962 por Guido Di Tella y Manuel Zymelman: El desarrollo del país estaba estancado porque se había agotado la renta en la frontera y por ende la red ferroviaria para explotarla había dejado de expandirse. La solución pasaba por pasar a desarrollar el sector industrial.

Por décadas a nadie se le ocurrió que la causalidad podría ser inversa, que por motivos ajenos al país la red ferroviaria había dejado de expandirse y eso impedía la continuidad del desarrollo agropecuario. Y es que los ferrocarriles, como es bien sabido, eran propiedad de inversores británicos y, o casualidad, estas inversiones comenzaron a ralear a partir de la Primera Guerra Mundial. Coincidencia o causalidad?

Argumentos académicos al margen nadie postula hoy en día que la frontera agropecuaria permanece inalterada. Los progresos tecnológicos en el cultivo de la soja han extendido su cultivo en el norte del país con la deforestación masiva de la selva chaqueña (como en temas ambientales referidos a la minería o el uso de técnicas de fracking para la explotación de yacimientos shale creo que se puede encontrar un balance, pero no es el punto esencial de esta nota). De manera que la frontera se expande.

Ahora bien, con la reducción de retenciones será posible que áreas hoy consideradas marginales se vuelvan productivas, expandiendo aún más la frontera. Pero ¿con qué recursos construiremos la infraestructura necesaria para hacer realidad ese potencial? Es acá donde podemos poner patas arriba las cuotas que requiere la UE para firmar el acuerdo. Para ello hay que mirar hacia otro continente.

Hace unas semanas en The Economist publicaron una nota sobre las relaciones entre nuestro país y China. Comienza diciendo que en 2018 China aceptó abrir sus mercados a la carne argentina para encontrarse con el cierre intempestivo de las exportaciones en 2021. La esencia de la nota está resumida en este párrafo:

Cleverer engagement would yield huge benefits. Argentina desperately needs capital; China has deep pockets. China craves minerals; Argentina has mountains of them. Rather than exploit those economic opportunities, Argentina’s current government of prickly left-leaning Peronists has given priority to political and diplomatic ties with China, which alarms the United States. A more pragmatic one would seek to get along well with both big powers, while taking full advantage of the way the Argentine and Chinese economies complement each other. Argentina’s next national election, due in October, may bring such a government to power.

Entonces el país podría argumentar que la limitación de sus exportaciones agropecuarias a la UE, sumada al incentivo a la producción de la reducción de las retenciones crea una oportunidad para que capitales chinos vengan a invertir en la infraestructura necesaria para que áreas marginales puedan llevar su producción a bajo costo a los principales puertos del país, de donde serían exportadas a China. Es decir, recrear la relación simbiótica que tuvimos con el Reino Unido, ahora con China. Y al hacerlo en el sector primario no despertar la ira de los Estados Unidos.

Con la UE tendremos una alianza comercial que vertebraría el desarrollo del país (la industria se expandiría en ciertos sectores y contraería en otros, hay años para suavizar esta transición). Con China tendríamos una alianza de inversión en infraestructura que nos permitiría ir más allá de lo que podríamos hacer solamente con la UE. Y los EEUU mantendrían su rol de inversores en otros sectores y proveedores de financiamiento como lo han hecho hasta ahora, mirando con reojo los lazos con China, pero agradeciendo la mayor estabilidad en las relaciones. Win, win, win.

EXPOST: en los comentarios mantengo un diálogo con chofer fantasma en el que él cuestiona que China hoy tenga recursos para invertir como en el pasado. Le respondo que la Argentina hace tan mal las cosas que el margen para atraer capitales es grande. Pocos días después Diego Cabot escribió esta nota en La Nación donde muestra con números lo distorsionada que está la logística en el país. Además me imagino que frente a Xi Jinping los Moyano arrugan.


Coronavirus y asimetrías Norte-Sur en Europa

22/04/2020

A principios de marzo en ciertos círculos de política europea se empezó a sugerir el uso de eurobonos para financiar los paquetes de ayuda económica que se estaban diseñando para enfrentar la inminente recesión. Para hacerlos más digeribles se los denominó coronabonos y en la semanas que siguieron se dió un debate entre los países del sur del continente, Italia, España, y Francia, y los del norte, Holanda y Alemania.

Los primeros argumentan que el coronavirus es un shock que ha afectado a todos los países de la UE por igual y que si bien es cierto que en algunos apareció primero (Italia) y otros no parecen tener el sistema sanitario a la altura de las circunstancias (España), no se los puede culpar por la situación económica en la que se encuentran y que si la UE no es solidaria (palabra que eriza los pelos del 41% de los argentinos) va camino a la irrelevancia.

Los segundos dicen que estos países se podrían haber preparado mejor, pero la realidad es que no quieren mutualizar los gastos sabiendo que son los que van a tener que poner el dinero. Y no debe haber sido casualidad que Alemania anunciara un endeudamiento masivo por 750.000 millones de euros el 23 de marzo cuando los cantos de sirena por los coronabonos se empezaban a oir con fuerza. Tuvo los visos de una medida preventiva del tipo «yo ya me endeudé, no me pidan más».

La realidad es que el Norte de la UE no va a sufrir tantos costos económicos como el Sur, y es por esta razón que el coronavirus no es tan «simétrico» como lo describen en España. Porqué? Pues porque, como vengo diciendo desde mi primera nota sobre la pandemia, uno de los sectores más afectados va a ser el turismo, y en la UE los flujos de turistas suelen ser del Norte al Sur.

Va a llevar tiempo para que la gente quiera salir de vacaciones, no solamente por una cuestión de costos, sino porque varios de los destinos turísticos se caracterizan por la masividad: uno va para ser uno de una masa, y esto deja de ser atractivo por un tiempo. Las playas españolas son de los destinos europeos que más van a sufrir.

Los cinco destinos que más turismo reciben del resto del mundo son EEUU, China, Francia, España e Italia. Para los tres últimos, dado su modesto tamaño (relativo a los dos primeros), este shock será muy importante. Y de hecho así como el turismo explica porqué estos tres países van a estar entre los más afectados en la UE, también explica porque fueron aquellos donde la pandemia se manifestó primero: turistas de China contribuyeron a distribuir el virus en los primeros meses del año.

De manera que se entiende que Alemania, Holanda y otros países del Norte de la UE no quieran pagar los costos para que sus vecinos del Sur, a los cuales suelen visitar en verano (pero no este año), puedan superar la recesión que será muy grave. Es por ello que en lugar de mutulizar los costos (buena idea pero que deberá esperar a que el continente se recupere y se acuerde como un seguro y no un rescate), se está acordando usar mecanismos de rescate mediante la concesión de préstamos reembolsables. Claro que para países muy endeudados como Francia, España e Italia esto pueda ser una victoria pírrica. Los interesados pueden leer esta nota de hoy en El País, sobre una cumbre de la UE mañana, y la discusión de como proveer la ayuda. Pues ayuda habrá.

Al margen, la semana pasada terminé de escribir junto con Dirk Niepelt un trabajo sobre la intensidad y duración óptimas de una cuarentena (calibrado para EEUU). Esta semana salió publicado en la séptima edición de Covid Economics, una revista de difusión en tiempo real de investigación económica relacionada a la pandemia. Entre los resultados encontramos que cuanto más rural y benigno el clima de una región (y por ende menor sea la tasa de infección) y cuanto mejor sea su infraestructura hospitalaria, más corta y menos intensa puede ser la cuarentena. Que el lector infiera como extrapolar estos resultados para la Argentina.


Brexit in two steps

17/10/2018

El mundo parece vivir dos realidades paralelas. Por un lado tenemos indicadores de crecimiento, con los Estados Unidos cerca de alcanzar un récord de expansión económica y con desempleo debajo del 4%. Por otro lado hay un número creciente de incertidumbres, la bolsa de Nueva York y los mercados emergentes crujen cada vez que la Reserva Federal sube la tasa (o las noticias señalan una aceleración en el sendero de suba de tasas), guerra comercial con China, descontento social en Irán como no se había visto desde la previa a la caída del Sha, Arabia Saudita asesina a un periodista disidente en Turquía, etc. 

Una de estas incertidumbres es la forma que tomará el Brexit, dado que al Reino Unido y la Unión Europea les queda menos de seis meses para llegar (o no) a un acuerdo antes del 29 de Marzo del año próximo cuando el RU deba abandonar la UE. En el New York Times hoy publicaron una nota en la que describen como algunos ingleses acumular alimentos y medicinas ante la eventualidad que escaseen si la salida de la UE es caótica. Me parece exagerado, pero ilustra el rango de incerteza que se tiene sobre la vida post Brexit en el RU. 

En el referendum sobre el Brexit del 23 de Junio de 2016 (ver nota en el blog de hace dos años), el 52% de los votantes eligió sacar al RU de la UE. Desde ese día la actividad política en el RU trata de conciliar las demandas de sus (dos tipos de) ciudadanos. Por un lado respetar la voluntad popular del referendum, y por el otro minimizar las consecuencias negativas en la economía. Para lo primero habría que cortar de cuajo con la UE no participando ni siquiera de la unión aduanera (como si lo hace por ejemplo Turquía), y retirándose del Tribunal de Justicia de la UE. Para lo segundo habría que mantener un lazo estrecho con la UE, como los países miembros del Espacio Económico Europeo (ejemplos: Noruega y Suiza). 

Cortar de cuajo con la UE implicaría un costo económico importante en la medida que se tendrían que reintroducir controles de frontera para la circulación de bienes lo cual, por un lado crearía fricciones en las cadenas de suministro, y por el otro demandaría importantes inversiones de infraestructura que no estarían listas en seis meses (además de presentar una pesadilla logística). Como bonus, habría que resolver qué hacer con la frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte.

Pasar a pertenecer al EEE sería visto como una traición al espíritu del Brexit, y no sería apoyado por un número suficiente de legisladores en la Cámara de los Comunes en el RU, quienes tendrían sus ojos puestos en la elecciones que serían convocadas al implosionar el gobierno de Teresa May en este caso. 

Hablando de May, recomiendo la lectura de la nota de Sam Knight en el New Yorker de hace unos tres meses titulada «Theresa May’s impossible choice». A principios de Julio de este año se presentó lo que se conoce como «plan Chequers» (no por una chequera tipo Banelco, sino por el nombre de la casa de campo del Primer Ministro). Este plan básicamente plantea un Brexit blando apuntando a un mix entre un tratado de libre comercio y pertenecer al EEE. 

Domésticamente el plan Chequers condujo a la renuncia de David Davis y Boris Johnson del gabinete de ministros, y el endurecimiento de los partidarios de un Brexit duro. En la UE fue recibido con frialdad. Ciertos analistas consideran que la UE, o al menos sus dirigentes de peso, aceptan el plan Chequers pero teatralizan su disgusto para facilitarle a May el lograr una mayoría parlamentaria bajo la amenaza del caos que seguiría a un Brexit sin acuerdo. Espero que esto no sea así pues sería jugar con fuego, y podría lograr el resultado opuesto de nuclear aun más a los partidarios de un Brexit duro bajo la consigna que May es una traidora. 

Con las cartas sobre la mesa, creo que existe una solución que casi logra la cuadratura del círculo, y que tendría apoyo parlamentario en el RU y no debiera encontrar resistencias en la UE. La idea es plantear que el RU abandone la UE en dos etapas. En una primera etapa, digamos hasta Marzo de 2024, o sea por cinco años, el RU pasaría a ser un miembro del EEE. En la segunda etapa el RU pasaría a tener un tratado amplio de libre comercio con la UE (tomando quizás como base el reciente acuerdo de la UE con Canadá). Durante la primera etapa las partes negociarían eventuales acuerdos complementarios. Más allá de compatibilizar marcos regulatorios, el caso más importante que se me ocurre sería como lograr un control ágil de mercancías a través de las fronteras (haciendo solamente un control aleatorio sobre ciertos camiones, con despacho electrónico del papeleo correspondiente, monitoreo por GPS, etc.), en particular para crear una frontera entre las Irlandas que no sea «física».

Para el RU esta propuesta tiene el atractivo que sería políticamente atractiva tanto para los partidarios del Brexit duro, que verían el objetivo final de tener más libertad de acción, y los partidaros de un Brexit blando, que tendrían cinco años para reducir (o al menos distribuir en el tiempo) los costos económicos de crear fricciones con su principal socio comercial. 

Desde el referendum por el Brexit la UE viene sosteniendo que el RU solamente puede elegir entre el menú de relaciones comerciales pre-existentes. En principio esto indicaría que debieran aceptar la propuesta de una salida en dos etapas. Por supuesto que la UE podría objetar esta propuesta (se me ocurren varias razones políticas para hacerlo). Pero esto solamente irritaría a los británicos que teniendo que elegir forzadamente entre ser miembro del EEE y dejar la UE sin acuerdo no dudarían por esta segunda opción. También podría generar ruido en ciudadanos de otros países miembros de la UE que verían que los británicos tenían (al menos algo de) razón en su crítica al poder excesivo de la UE.