Una verdadera revolución con globos y papel picado

por Santiago Gallichio

La llegada de Cambiemos al balotaje presidencial de la Argentina es el inicio de una nueva etapa política en el país. Representa el triunfo de la generación de dirigentes nacidos a la actividad política tras la hecatombe social de 2002, dominada por el grito popular “que se vayan todos”. Quienes se volcaron a la política en esa circunstancia tan peculiar emprendieron una nueva forma de hacer política: sin ideologías omnicomprehensivas, con vinculación directa con el ciudadano, abocados a la gestión de las necesidades directas demandadas por “la gente” de manera explícita, muy lejos de intentar cubrir las “verdaderas demandas del pueblo”, más allá de lo que el propio pueblo demandara.

La “vieja política” quedó personificada en dirigentes lejanos, abusivos y enriquecidos. El militante ideal de esa forma antigua era, en el fondo, el militante comprometido hasta las últimas consecuencias, con su vida entregada a sus ideales, “la juventud maravillosa”. El contraste entre una épica como la de los Montoneros y el festejo del Pro tras el éxito de la primera vuelta electoral del 25 de octubre, con pantalla gigante y globos, y su nueva estrella, la gobernadora electa de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, casi como una animadora festiva, mirando a los ojos a través de la cámara de TV y “hablándote a vos”, no puede ser más profundo.

A quienes tienen hoy una edad que va entre los 45 y los 75 años, les resulta sumamente difícil comprender este cambio sin prejuzgarlo como un signo de profunda decadencia social y superficialidad: es el “no puedo votar a Macri” que tantos sienten. Para ellos, provengan de la ideología que sea, el compromiso militante era un ideal de conducta. Y ese tipo de ideal es un ícono propio de la izquierda. Por eso, la derecha, para esa generación, fue siempre, de alguna manera, una postura política vergonzante.

El 25 de octubre de 2015, esa etapa terminó definitivamente. Y la nueva generación de dirigentes “post crisis 2002” comenzó a gobernar la opinión pública y, muy pronto, el país. Su apariencia de ser predominantemente “de derecha” es simplemente un prejuicio de la generación anterior: nada más. No es un tema de principios ideológicos.

Macri y Massa son parte de esta nueva etapa. El resto de la dirigencia del Pro, por supuesto, también lo es. Scioli, en cambio, no lo es. Ciertamente proviene de la generación previa, a la que se siente obligado a representar. Pero como su personalidad tiene una apariencia más afín con la nueva generación, se siente incómodo y suele sobreactuar. Así, no logra seducir ni a unos ni a otros. Por eso está muy amenazado por la derrota en la segunda vuelta.

La década kirchnerista fue, ahora nos damos cuenta con toda claridad, una sobrerreacción a la crisis de 2002, no su superación. “Más Estado” significó, a la postre, una profundización mayor de la vieja política y el verdadero paraíso para la vieja dirigencia, esa que debería haber sucumbido en ese momento. Los barones del conurbano bonaerense, que fueron los grandes derrotados de este 25 de octubre, se asentaron como nunca antes durante la década K: todo lo contrario de lo que se podía esperar como salida de la crisis de representación política de comienzos de siglo. El nuevo período que se inicia ahora parece ser el que logrará superar definitivamente aquella crisis.

La parte más iluminada del radicalismo y, afortunadamente para ese partido, los que lograron gobernarlo en esta coyuntura se dio cuenta a tiempo y se pudo subir al tren de esta renovación, casi en el último minuto. El resto de la dirigencia filo-radical, simbolizada claramente en la desazón y el sinsentido político que mostró, a la hora del veredicto de las urnas, el frente Progresistas de Margarita Stolbizer, quedó totalmente desairada. Su diferenciación careció de todo sentido. Los radicales que se oponían al acuerdo con el Pro están hoy seguramente agradecidos a su líder, quien les impidió el bochorno y la insignificancia al que los socialistas y otros aliados se sometieron en esta elección. Este mérito de Ernesto Sanz, con la inestimable ayuda de Lilita Carrió, será reconocido cada día más por este sector político.

La segunda vuelta

Sin dudas, la gran disputa que enfrentan Macri y Scioli para el 22 de noviembre es cómo se harán de los votantes de Sergio Massa. Éste se ha puesto en oferta: redactó sus puntos básicos y promete hacer campaña por aquel de los dos que le prometa que mejor los podrá cumplir. Sin embargo, por detrás de esta artimaña, la realidad es que Sergio Massa, si Scioli resulta derrotado, se erigirá en la figura central del peronismo en la Argentina y será el futuro contrincante del presidente Macri en las elecciones de 2019. Si Scioli ganase, en cambio, su futuro quedará truncado y verá cómo sigue la sangría de dirigentes que se había iniciado tras las PASO de agosto.

Por lo tanto, a Massa le conviene sólo un resultado en noviembre: Macri presidente. No está en condiciones de poner condiciones. Macri no debería confiar en integrarlo a su gobierno, sino que debe seguir actuando como sabiamente lo hizo al excluirlo de su frente electoral Cambiemos. El riesgo de Macri es que Scioli logre seducir a ese electorado peronista o filo-peronista de Massa durante el mes de la segunda vuelta. Impedir esta seducción es lo único que Massa y Macri tienen como interés común: después, serán los grandes rivales de la nueva época. Y para fortalecerlo, cuentan con un rasgo en común: a diferencia de Scioli, son ambos parte de la “verdadera nueva política”, que no es la de los K y La Cámpora, ahora queda del todo claro, sino la de los dirigentes de “gestión”, que están cerca de la “gente” y no hablan más de “pueblo” ni de gestas heroicas. Allí está el espacio de trabajo político del mes electoral que resta. Necesita de grandes dirigentes políticos para no cometer errores que echen todo el trabajo por la borda. Pero la mesa está servida para Macri. Y también para Massa.

3 Responses to Una verdadera revolución con globos y papel picado

  1. mgeiras dice:

    Santiago,
    Muchas gracias por tu nota. Coincido en tu diagnóstico que Massa y Macri están en un acuerdo tácito para la segunda vuelta porque sus incentivos están alienados. Decís que después serán los «grandes rivales» de la nueva época, condicional a que Macri gane el balotaje. Sin embargo, creo que los próximos años requieren de políticas de Estado que reconstruyan instituciones y desarmen los desaguisados micro de los K. Y para ello sería bueno que Macri pacte con Massa, y lo que llamo «peronistas racionales», trabajar juntos durante dos años por el bien del país (sin olvidar la importancia de asegurar la gobernabilidad de la PBA). Después, y con las elecciones de 2017 en las cuales Massa presumiblemente se presente como candidato a senador por la PBA, vendría la diferenciación de estos «grandes rivales».
    Un fuerte abrazo,

    martín

  2. Gonzalo Walter Costa dice:

    Muy bueno, un punto de vista acertado.
    Quizás la edad que menciona sea más de los 50/55 a los 75/80. Sin embargo con 74 años me siento más identificado con esta forma de hacer política. ¿No será porque todo lo «otro» ha sido un armado propio de personajes que han vivido (y viven) de la administración pública, ya sea en forma directa o a través de la corrupción? Sueño con que el 10 de diciembre se promulgue alguna legislación que prohíba salir del país a todos los funcionarios que han estado vinculados a esta etapa siniestra de la política argentina y a su vez que demuestren de que forma han llegado a su nivel de enriquecimiento (sic). Quizás podamos ver entre rejas a una cantidad importante de individuos que han destruido desde la economía hasta las instituciones de una República que tiene que resurgir de las cenizas que los K nos dejan como legado.

  3. Jose frogone dice:

    Coincido casi totalmente con el autor, especialmente con su vision acerca de la segunda vuelta y el papel de Massa. Massa es PJ opositor y Macri después de tan buen resultado el pasado domingo tiene las manos libres como para gobernar con los mejores que el debe elegir