Camino al 2023

Las elecciones de ayer transcurrieron como se esperaba. El domingo previo hice una encuesta en Twitter preguntando quien sería el ganador ayer. Mi intención era preguntar por el ganador en términos relativos a las PASO. La idea es que había argumentos para las tres opciones, JxC, el gobierno, y los libertarios. Sin embargo, como me olvidé la palabra clave «relativo» solo hubo votos para la opción JxC que claramente iba a ganar en términos absolutos. Como lo hizo.

La realidad es que JxC fue el claro ganador y se perfila para repetir el triunfo en 2023 logrando volver al poder después de cuatro años. La razón para estar tan confiado es que el gobierno no tiene recursos para comprar votos. Y con esto me refiero a que no tiene ni dinero ni relato. Daniel Gollán al pedir «platita» estaba al mismo tiempo matando la épica kirchnerista.

Se discute qué va a hacer Cristina. Como si solamente tuviera dos opciones: a) acompañar la política económica del gobierno, lo que implica suscribir un ajuste fiscal (condición necesaria para conseguir un acuerdo con el FMI), b) abandonar a Alberto Fernández a su suerte y oponerse al plan económico. Carlos Pagni en varias notas presenta esta disyuntiva (hoy la última) argumentando que

No es envidiable el dilema en el que Cristina Kirchner está atrapada. Nadie puede garantizarle una política económica que signifique que en los próximos dos años habrá una recuperación sistemática del salario real. Es decir: nadie puede garantizarle un programa que le asegure un triunfo presidencial para 2023. Si en ese momento está condenada, ella y su grupo, a pasar a la oposición, ¿por qué no hacerlo desde ahora? Sin embargo, esa ruptura con Alberto Fernándex la convertiría en «Chacho» Álvarez. La desencadenante de una gran tormenta.

Es cierto, las posibilidades de política económica que tiene un país sin crédito y sin stocks para confiscar (con la excepción de los depósitos bancarios, pero cuya expropriación precipitaría la caída del gobierno, recordar el corralito) se reducen a la administración del ajuste. A lo sumo a suavizar la velocidad con la cual se recorta el déficit fiscal y evitar que la inflación se espiralice a un nivel mucho mayor que el 60% actual.

Sin embargo, terminar su mandato de la mejor manera posible le permitiría al gobierno mejorar su posición de poder en el llano a partir de diciembre de 2023. Para ello, por un lado importan la cantidad de legisladores que se logren retener para influenciar en el poder real (en el Judicial mantendrá su impronta, recordar que la Corte Suprema supo ser un importante obstáculo para Mauricio Macri con sus fallos sobre la coparticipación y los aumentos de tarifas). Por otro lado importa la preservación del capital simbólico, pretender seguir siendo los representantes del «pueblo».

En esta disyuntiva el peronismo tradicional se inclinaría más por la primer variable, el poder real, mientras que Cristina estaría más interesada en lo segundo, la mística. Pero en gran medida no tienen porqué ser excluyentes. Hay un rango de políticas y acciones en el cual se puede acordar un ajuste que Alberto Fernández y su gobierno defienda y Cristina y el kirchnerismo denuncie como una extorsión que no se puede evitar (indicando su deseo de volver a conquistar la independencia perdida). Lo importante será que todos los legisladores del oficialismo voten las medidas económicas que el presidente y sus colaboradores propongan. Porque la opción de la «gran Chacho» está fuera de ese rango mencionado: Cristina can’t have her cake and eat it too.

Por esto creo que no habrá ruptura total del gobierno, sino la consolidación de dos vertientes que convivirán hasta las elecciones de 2023 y que recién desde el llano se distanciaran para ver qué prédica retiene más los votos en 2025. Cristina ya está jugada, pero el futuro de sus sucesores, Máximo y en menor medida Axel, depende de evitar un divorcio traumático.

En cuanto a JxC se especula que dada la ausencia de un liderazgo definido hay un peligro que las fuerzas centrífugas dividan la coalición en dos. Supongo que este razonamiento se basa en el espejo del oficialismo: unidos en la adversidad, bolsa de gatos en el poder. Pero le falta una reflexión importante a esta predicción: La enormidad de la tarea por delante (bajo el supuesto razonable que el gobierno no desarme en su totalidad la bomba, política que tampoco estaría dentro del rango arriba mencionado) es tal que se requiere un esfuerzo hercúleo, imposible de lograr con una mitad de JxC (y una mitad del peronismo). Se requiere TODO JxC, y algo más.

Que para gobernar a partir del 2023 JxC necesite estar unido no es garantía que las fuerzas centrífugas mencionadas no terminen dominando. Es necesario que las distintas facciones de la coalición articulen un programa superador de sus diferencias. Es lamentable que no hayan empleado siquiera una fracción de estos dos años para ello (ver nota del año pasado). El único que realizó una autocrítica (parcial) fue Mauricio Macri y se vió recompensado con cierto reconocimiento.

Puede Macri reducir su imagen negativa en un año como para pensar realistamente en ser el candidato de JxC? Lo dudo, pero sin duda seguirá trabajando en ello. En mi opinión lo mejor que puede hacer Macri, manteniendo la iniciativa como hizo el último año, es excluirse de la candidatura presidencial preservando una cuota importante de poder.

Supongamos que Macri proponga lo siguiente. Que la candidatura presidencial se dirima en internas entre un candidato del PRO (a surgir entre una interna previa entre, digamos Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich) y un candidato de la UCR (que surgiría de otra interna entre los varios radicales con aspiraciones). Según el resultado de la interna se dividirían los ministerios y otros cargos de peso institucional en un gobierno de coalición: Si el margen de victoria es menor a 10% el ganador pone los primeros tres ministerios, Macri los segundos tres (pactando la preservación para sí mismo del cargo de canciller), y el perdedor los siguientes tres. Se completan los cargos de a uno siguiendo la misma regla (ganador uno, Macri uno, perdedor uno). Si el margen de victoria es mayor a 10% se procede igual pero la elección inicial es por cuatro cargos, no tres.

De esta forma todos saldrían ganando. Macri conservaría una cuota importante de poder. El PRO seguiría siendo el socio mayoritario de la coalición, incluso si pierde la interna. Y el radicalismo sería, de mínima, parte importante de la misma (siendo que gran parte de su reclamo a Macri fue que su papel entre 2015-19 haya sido solamente legislativo).

Por supuesto que para lograr que esta alquimia funcione, las partes tienen que coordinar un programa de gobierno que les satisfaga sin importar quien esté en la Casa Rosada, ni cual sea la composición final del gobierno (obviamente esto determinará cómo y en qué grado se implementará dicho programa, el cual a su vez, como todo contrato incompleto, dejará algún margen para la discrecionalidad). A esta tarea se deben abocar desde hoy, sin perder tiempo. Porque para ganar las elecciones, y el poder, en 2023 importa no solamente ser «no peronismo», sino también devolver a los votantes una, aunque sea módica, esperanza que el país se pueda poner de pie.

2 Responses to Camino al 2023

  1. Gonzalo W Costa dice:

    Excelente analisis. ¿Podran las prima donna de la política adaptarse algun dia a convivir pensando en proyeccion futura y no seguir con la mezquindad de su propio presente? Pensar en el pais, como una República, con sus instituciones fortalecidas y no en la proxima eleccion!

    • mgeiras dice:

      Gonzalo,
      Es una buena pregunta. Yo soy optimista en que la dirigencia política supere su etapa adolescente. La aceleración de la decadencia deja poco margen para seguir explorando soluciones mágicas (en realidad la única magia sería que la enésima vez que se intentaran funcionen). Saludos.