Siguiendo con la cuestión del método en el análisis económico. (La interacción entre economistas y físicos).

06/02/2012

Por Enrique Kawamura

En mi primer post de 2012 destacaba un segundo ejemplo del método utilizado por el reciente premio Nobel, Thomas Sargent, alternando teoría y datos para un progreso sólido y creíble en el conocimiento de distintos aspectos de la macroeconomía. En aquella ocasión mencionaba un artículo sobre fluctuaciones macroeconómicas y distintos supuestos de aprendizaje. Por otra parte, en esta macroeconomía más “ecléctica” es de reconocer que, aún habiendo aceptado la posibilidad de que los agentes de estos modelos no tengan expectativas racionales y que, por lo tanto, podrían “equivocarse sistemáticamente” por un largo rato, por otro lado esos mismos agentes siguen decidiendo “óptimamente” entre períodos sobre consumo, oferta laboral, portafolios de inversión, etc., teniendo en cuenta sus expectativas subjetivas como criterio para evaluar las consecuencias futuras de sus decisiones presentes.

Sin embargo, aún este último supuesto puede ser cuestionado en distintos contextos macroeconómicos. Es probable que, por ejemplo, en etapas de muy alta inflación, incluso, de hiperinflación, la capacidad mental de una buena parte de los agentes decisores en una economía de esas características sea aún mucho más reducida que la de los agentes de esos modelos con agentes optimizadores y que aprenden simultáneamente. Como idea general, al menos, es probable que en esas situaciones la posibilidad de evaluar “futuros” sea demasiado limitada como para definir de una manera tradicional (en el sentido de la microeconomía tradicional) lo que significa una decisión óptima. Admitiendo que esto al menos es una posibilidad, la pregunta siguiente es si finalmente esto “demuestra” que este método de conjugar teoría formal y métodos empíricos cuantitativos no puede aplicarse aquí y que por lo tanto debemos renunciar a que la economía pueda analizarse con estas herramientas y apelar a “verbalizaciones imprecisas”.

Yo creo que la respuesta no es necesariamente sí. Se trata, en rigor, de pensar hasta qué punto la teoría de decisión heredada de la teoría microeconómica “standard” es todavía LA teoría a ser utilizada en este método, o si en realidad no es conveniente re-pensar esa teoría de decisión de una manera más fundamental, sin renunciar a que esa teoría alternativa sea también formalizable y empíricamente (cuantitativamente) testeable. Desde hace bastantes décadas (unas tres) algunos investigadores en el mundo (incluso en el desarrollado) han venido pensando seriamente en una alternativa a la teoría microeconómica en contextos dinámicos donde se supone que los agentes poseen un grado muy alto de limitación para evaluar “racionalmente” las posibles futuras consecuencias de sus decisiones presentes.

Estos autores que mencionaba más arriba son en una buena parte economistas pero también incluyen físicos especialistas en el estudio de sistemas dinámicos que han sabido interactuar intensamente con economistas deseosos de abrir camino a estas nuevas teorías. En Argentina el mejor ejemplo (al menos que yo conozco) de interacción en este campo es el “team” formado por Daniel Heymann como economista y Roberto Perazzo y Martín Zimmermann, como físicos. (De hecho a este “team” me he unido más recientemente, aunque bastantes años después de que ellos comenzasen a trabajar juntos). Ellos tres, además de brindar un curso sobre esta nueva literatura en la Maestría en Economía de la UdeSA, han sabido impulsar investigación concreta sobre estos temas.

El ejemplo más reciente es un paper escrito por nosotros cuatro, en el que analizamos un oligopolio de empresas que compiten en precios pero que enfrentan restricciones de capacidades de producción (los denominados oligopolios de Bertrand-Edgeworth). En el análisis de estos oligopolios desde la teoría de juegos tradicional (con empresas maximizadoras de beneficios) se concluye que, excepto en casos excepcionales, la mayoría de estos mercados no dan lugar a equilibrios sino en “estrategias mixtas”, donde cada empresa en equilibrio elige “tirar una moneda” o algo similar para fijar sus precios, algo difícil, entre otras cosas, de interpretar y de llevar a datos. En el mencionado paper proponemos comportamientos muy distintos para esas empresas: en lugar de plantear problemas de optimización interrelacionadas (que es lo que propone la teoría de juegos tradicional) planteamos reglas de decisión ad-hoc (en cuanto a su deducción) pero que llevan a dinámicas complejas respecto no sólo del precio promedio que se observa en este mercado (con esas reglas) sino también a la distribución de los precios entre las empresas. En el paper, además del planteo de las reglas teóricas, se procede a simular esas reglas dentro de este modelo para evaluar sus predicciones, para luego verificarlas a través de experimentos de laboratorio.

El resultado principal de ese paper es que una variante de la reglas más simple planteada en el modelo es el que luego mejor “ajusta a los datos” generados en experimentos de laboratorio. Esta regla consiste en que el empresario sube el precio (en un monto fijo de centavos) si vendió una cantidad igual a su límite máximo de producción (en la variante suponemos que lo sube con cierta probabilidad, y lo mantiene constante con la probabilidad remanente), y si no vendió la máxima capacidad baja el precio. Este resultado se arribó luego de que los experimentos indicasen cuál de las predicciones es la más cercana a los comportamientos de los sujetos experimentales (estudiantes de cuarto año de Licenciatura en Economía y de la Maestría mayoritariamente). El haber encontrado este resultado nos hace pensar que, efectivamente, no siempre es tan plausible suponer comportamientos maximizadores como en la microeconomía tradicional. Sin embargo, el llegar al resultado volvió a exigir la interacción entre teoría y métodos cuantitativos empíricos para sustentar semejante conclusión. No ha sido ésta producto de una retórica retorcida, sino consecuencia, una vez más, del tipo de método que caracteriza hoy a cualquier disciplina que se precie de ser científica. Hacia eso seguimos apuntando desde aquí para la Economía.