«Bang bang, I hit the ground» dice parte del estribillo de la canción «My baby shot me down» de Sonny Bono. Y podríamos decir que el 30% de Javier Milei en las PASO representa ese caer al suelo del electorado argentino que dice, una vez más, ¡qué se vayan todos! teniendo esta vez una papeleta que materializa este grito.
Pero el bang bang también representa los bandazos que caracterizan a la política (y política económica) en la Argentina. Cuando Néstor Kirchner decide seguir una política claramente inflacionaria en lugar de dejar que el peso se aprecie hasta su punto de equilibrio en un escenario de inflación baja (recordemos que la inflación de 2003 había sido solamente de 2,2%) yo no podía entender porqué no se tomaba lo bueno de la década de convertibilidad y se corregía solamente lo malo. Pero no, como repetidamente en la historia argentina se decidió empezar de cero. Tengan esto presente los que critican que Milei quiere romper con todo: No es original, ni siquiera en este siglo.
También me llama la atención que el bang bang ahora nos lleve de un hiperestatismo extremadamente ineficiente a un ideario libertario en lugar de uno más moderado liberal. Porque el personaje Milei (a la persona no la conozco) no parece liberal sino un populista de derecha (lo de extrema no aplica, en Argentina va a llevar más tiempo mover el «centro» de referencia que la agenda). En la Argentina los tibios, miremos a Horacio Rodríguez Larreta, solo sirven de vomitivo.
¿Puede Javier Milei ser presidente del país? Por supuesto que sí. Representa para la Argentina un fenómeno repetido a lo largo de casi toda Latinoamérica e incluso en países desarrollados (e.g. Donald Trump en EEUU y Giorgia Meloni en Italia) en el que outsiders captan un voto bronca contrario a la élites políticas tradicionales. Quien repetidamente nos anticipaba esto es Jaime Durán Barba, cuya columna de ayer en Perfil me parece de lo mejor que se ha escrito sobre Milei después de las elecciones. Copio un extracto de su jugosa nota:
En Argentina el sistema está diseñado para lograr la vigencia sin fin del peronismo. La boleta sábana es un instrumento que bloquea la votación de candidatos nuevos, carentes de un aparato que reparta votos, los cuide y los cuente… Argentina es uno de los pocos países de América Latina que no tiene autoridades electorales independientes. Las elecciones las maneja el Ministerio del Interior y jueces que a veces son poco transparentes… Pero, este año, un 70% de argentinos está muy enojado, rechaza a las instituciones, partidos políticos, sindicatos, Congreso, a la Justicia, a la Policía. El 65% decía en una encuesta reciente que prefiere que gobierne un nuevo partido que no sea el peronismo ni la oposición. Si formuláramos mejor la pregunta, en realidad, dirían que quieren que gobierne un no partido…
Las últimas maniobras del kirchnerismo son inútiles. A pocos días de la elección, Francisco nombró para un cargo en el Vaticano, al juez que con su apología del delito ha causado tantas muertes en el país. Al menos parece que el nuevo jerarca eclesiástico ha cerrado su red de prostíbulos en la Ciudad de Buenos Aires. Pero la suerte está echada, Massa no conseguirá más votos aunque el Papa inicie el proceso de beatificación de Emerenciano Sena y otros sospechados de crímenes atroces a los que recibe en audiencias privadas. Todos pertenecen al pasado…
La verticalidad de las propuestas es otro problema para Juntos por el Cambio. Decir “tenemos un grupo de sabios que va a escribir el programa que salvará al país, y usted, argentino común, tiene que obedecer”, es un obstáculo en la cultura actual. Peor si algunos voceros anuncian que lo que planifican será doloroso, que ofrecen austeridad y lágrimas, proscribirán el placer.
Durán Barba nos muestra tres cosas (al menos así las interpreto): a) Hay mucho margen para «romper todo» y hacer una Argentina mejor, b) El nombramiento de Eugenio Zaffaroni margina de facto al Papa de lo que resta de la campaña electoral (y si visitara el país no se como podría soportar el contraste entre el ser y el, a su entender, deber ser), c) no se puede hacer campaña pregonando sangre, sudor y lágrimas.
Disiento sobre este último punto. En este blog he escrito reiteradas veces que JxC tenía que consensuar un programa de gobierno y en base a él ir a internas. Decidieron competir dos modelos de gobierno, uno que buscaba consensuar políticas con el peronismo no kirchnerista, y otro que quería acelerar el cambio sin el peronismo (el cual, por el primer párrafo citado que resume conceptos de la nota de Durán Barba, difícilmente pueda ser parte del cambio cuando es el gran beneficiario del status quo). La interna alienó al votante de JxC que no se veía reflejado o representado en sus dirigentes. Lo mismo pasó con el oficialismo.
En Argentina el cuento del lobo (fascista) que le funcionó a Pedro Sánchez en España para frenar el ingreso de la extrema derecha al gobierno no le va a servir a Sergio Massa. En España los ciudadanos reciben servicios del Estado y pueden sentir que un gobierno del PP con Vox reduciría estos servicios u otros derechos. En Argentina el gobierno de Alberto Fernández ha mostrado ser incapaz de satisfacer necesidades mínimas al mismo tiempo que pontifica extensiones ilimitadas de derechos (y privilegios como los pases a planta permanente, el último en el INCAA). No se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo.
Volviendo a la pregunta sobre si Javier Milei puede ser presidente. Hay que diferenciar ganar las elecciones del poder ejercer como presidente. Para gobernar Milei va a tener que hacer un giro de 360 grados sobre una superficie de Riemann. Con esto quiero decir que va a tener que hacer lo opuesto a lo que predica tanto en políticas como respecto a la «casta» de políticos con los cuales tendrá que convivir si quiere gobernar.
En la primera semana en el centro de atención mediático (vale la pena notar que cuando estuve en Buenos Aires, del 4 al 21 de Julio, encontré muy curioso su casi nula presencia y mención tanto en los diarios como en los noticieros, era como si LLA tuviese el mismo volumen político que el PTS) mostró que Milei puede soportar mejor el asedio que Ricardo López Murphy quien pareció amedrentarse en Mayo de 2003 cuando las encuestas lo mostraban en un balotaje con Carlos Menem, y los medios le cuestionaban su capacidad para gobernar en caso de ganar las elecciones.
Confieso que esta nota sobre Milei la tenía pensada hace meses, desde Abril cuando en Twitter noté que estaba fijando la agenda, y junto con el acercamiento de José Luis Espert a JxC indicaba que el cambio cultural que esperaba Mauricio Macri finalmente se estaba materializando.
Suponía que con un caudal de votos de entre 20 y 25% se podría consolidar como alternativa a futuro de las coaliciones tradicionales y la nota iba a girar sobre consejos para construir una estructura y moderar su discurso para ampliar su base electoral. Es decir, lo mejor que le podía pasar era perder pero con peso para, desde la oposición, influir en las políticas que el próximo gobierno fuese a adoptar (estoy en una minoría al creer que lo importante de la política es conseguir resultados y no necesariamente detentar el poder).
El 30% de las PASO y la casi certeza de, como mínimo, asegurarse un lugar en el balotaje ha acelerado los tiempos. Milei ha empezado a hacer los cambios que, sin cambiar su provechosa identidad, lo muestran como capacitado para gobernar. Faltan dos meses para las elecciones y ver qué, y cómo, se rompe el lunes 23 de Octubre. Dos largos meses.
«Just for me the church bells rang… Bang bang.»
[…] semana pasada escribí una nota sobre el sorpasso protagonizado por Javier Milei. En la previa a las PASO pensaba que el libertario […]