El martes el gobierno anunció sus primeras medidas económicas mediante un mensaje de video grabado por el ministro de Economía, Luis Caputo. Las diez (cualquier relación con el número de mandamientos en el Antiguo Testamento pura casualidad) medidas anunciadas son:
No se renuevan los contratos laborales del Estado que tengan menos de un año de vigencia.
Se decreta la suspensión de la pauta oficial durante un año a los medios de comunicación.
Se reducen los ministerios, de 18 a 9, y las secretarías, de 106 a 54.
Se reducirán al mínimo las transferencias discrecionales del Estado Nacional a las provincias.
Recorte en la obra pública. El Estado Nacional no va a licitar más obra pública nueva y va a cancelar las licitaciones aprobadas cuyo desarrollo aún no haya comenzado.
Reducción de subsidios de energía y transporte.
Se mantienen los planes Potenciar Trabajo según el Presupuesto 2023.
Se duplicará el monto del Asignación Universal por Hijo (AUH) y aumentarán un 50% el monto de la Tarjeta Alimentar.
Devaluación del dólar oficial a $800, con aumento provisorio del impuesto PAIS a las importaciones y retenciones de exportaciones no agropecuarias. También se anunció un crawling peg de 2% mensual.
Se eliminará el sistema de importaciones SIRA y se reemplazará con un sistema estadístico sin necesidad de aprobación previa de licencias.
Luego se anunciaron medidas adicionales como la intención de revertir la rebaja del impuesto a las ganancias votada en medio de la campaña presidencial, o cambios en la actualización de jubilaciones.
A mi entender, y el de otros analistas, lo anunciado se queda corto y no pareciera ser parte de un plan integral (el gran defecto de la política económica argentina desde los tiempos de la convertibilidad, o el breve período de superávits gemelos luego de la crisis de 2001). Por ejemplo, hoy en La Nación, Carlos Pagni titula su columna «El plan anti-Milei de Milei» y critica el licuar el gasto vía inflación, no liberar el tipo de cambio y retrasarlo con un crawling peg por debajo de la inflación esperada, aumento de impuestos, falta de reformas estructurales, etc. Todas medidas que en gran parte contradicen el discurso de campaña del presidente.
Pareciera que el gran shock esperado via motosierra es reemplazado por un gradualismo: El recorte del gasto de la «casta» es la no renovación de contratos dentro de un año, o el mínimo impacto que puede llegar a tener el requerir presencialidad 100% en el empleo público. Mientras las únicas medidas de shock anunciadas fueron de suba de impuestos.
Cierto tanteo del terreno es razonable tomando en cuenta que el gobierno está en marcada minoría en el Congreso. De hecho la única explicación que le veo al nombramiento de Caputo en el ministerio de Economía (en lugar de un macroeconomista que lidere un plan integral, al respecto vale la pena leer la serie de notas escritas por Carlos Melconian, Enrique Szewach, Daniel Artana, Rodolfo Santangelo y Facundo Martínez Maino publicadas en La Nación, siendo esta de ayer la última) es poder armar una ingeniería financiera sobre la que recostarse en caso que el ajuste fiscal se demore más de lo previsto. Esperemos que no sea necesario llegar a ese «plan B» (pun intended).
Caputo supuestamente tiene un plan para reducir la bola de Leliq en el sistema financiero. Varios economistas criticaron la fijación en este desequilibrio, al fin de cuentas uno más en la macro doméstica (e.g. ver esta nota de Marcos Buscaglia). Esta crítica parte del supuesto que si el ajuste fiscal tiene lugar, la demanda de dinero aumentará significativamente y ello absorberá la liquidez hoy encerrada en las Leliq. Caputo ayudaría en caso que, como se ve en estas primeras medidas, el ajuste se demore un poco más de lo deseado.
¿Podrá Milei implementar no solo el ajuste sino también un mínimo de reformas estructurales que liberen el potencial del sector privado? Dependerá de la capacidad de lograr aprobar en leyes (o el no rechazo de DNUs) en un Congreso que todavía se está configurando a la nueva realidad política del país. En este plano me parece que la carencia de gobernadores de LLA es un plus, no un déficit, del gobierno. Esto le permite tomar medidas que afecten a las provincias como un todo sin preocuparse por una, o unas, del palo. Si maniobra astutamente podrá conseguir el apoyo de un número suficiente de senadores y diputados para aprobar algunas leyes.
Termino con la siguiente reflexión. Así como Néstor Kirchner nos llevó a los 70, Cristina y Macri a los 80, Milei pareciera querer llevarnos a los 90. Como en los dos anteriores revivals, sin desaparecidos ni hiperinflación, esperemos que este también sea una versión mejorada. En ese sentido confío que el (por ahora no) plan de Caputo no siga los pasos del de Roig y Rapanelli, más allá de la similitud de las cotizaciones iniciales del dólar. Sino en seis meses tendremos la primera crisis anarco-capitalista.