El gobierno de Javier Milei está por cumplir cuatro meses y ya podemos hacer una primera evaluación de su forma y fondo. Aclaro de entrada que soy crítico, como lo he sido de todos los gobiernos. Si el lector quiere recordar puede releer notas sobre el gobierno de Mauricio Macri, aquel con el cual tuve mayor afinidad desde el regreso de la democracia. Milei en cambio me genera reservas y aunque lo voté en noviembre no tiene mi respaldo incondicional ni mucho menos.
En cuanto al fondo de las medidas de gobierno tomadas hasta el momento estoy de acuerdo con el espíritu del DNU y el proyecto de ley Bases. La maraña de regulaciones que se han ido acumulando en los últimos 20 años ejerce una presión sofocante sobre el sector privado, actuando como un freno para su desarrollo y obstaculizando el crecimiento económico. Estas regulaciones excesivas imponen una carga financiera y operativa que dificulta la capacidad de las empresas para innovar, expandirse y competir.
Además, este exceso de regulación creó un terreno fértil para la corrupción, que se encuentra debajo de toda piedra a lo largo y ancho del país. Como resultado, se produce un círculo vicioso en el que la proliferación de regulaciones no solo debilita el sector privado, sino que también alimenta la corrupción, socavando aún más la confianza en las instituciones y minando los cimientos de una economía sana y próspera. Curiosamente esta erosión en las instituciones ha sido esencial para facilitar el ascenso de Milei al poder.
La discusión del proyecto de ley Bases en el Congreso ilustró muy bien los límites de poder del gobierno. Tiene razón este último cuando dice que le corrían el arco con nuevas demandas una vez que otorgaba ciertas concesiones. Pero debiera haber sido más claro en separar la paja (defensa de privilegios) del trigo (modificaciones con interés general genuino). Por ejemplo, si era tan importante controlar los fideicomisos públicos el gobierno tendría que haber transparentado primero los excesos de los mismos para que quedara más claro cuales eran sus objetivos. Al no haberlo hecho quizás algunos diputados rechazaron este punto del proyecto para no pasar de Guatemala a Guatepeor.
La desconfianza hacia ciertas medidas gubernamentales se ve alimentada por la persistencia de regímenes de privilegio, como la promoción industrial en Tierra del Fuego. En este caso es claro que los beneficios fiscales y condiciones especiales favorecen a dos empresarios en detrimento del bienestar general. No solo es antitético con el ideario anarcocapitalista de Milei. Es obvio que ahí hay corrupción y que al menos una persona del gobierno, digamos de su mesa chica, debe estar beneficiándose de ella. Milei no sería solamente, como mencioné arriba, el «producto indirecto» de la corrupción.
La propuesta de nominar para la Corte Suprema al más alto representante de la casta judicial refuerza la percepción de una élite desconectada de las necesidades y demandas de la sociedad en su conjunto, por más que de momento para el ciudadano común este tema no esté entre sus prioridades. En lugar de perpetuar privilegios y nominar figuras que representan intereses particulares, es fundamental que el gobierno promueva políticas y nombramientos que fomenten la meritocracia, la equidad y la transparencia, fortaleciendo así la confianza ciudadana en las instituciones democráticas. Sino en breve pasaremos del antikirchnerismo al antimileismo, como en su momento pasamos del antimenemismo al antikirchnerismo.
Y hablando de las necesidades de la sociedad, ¿hasta cuándo aguantará el apoyo a las medidas de ajuste? El gobierno cree que reducir la inflación a un dígito alto alcanza para que levanten a Milei en andas. Pero el verso de haber vencido a la hiperinflación se va terminar si en pocos meses la inflación sigue siendo más alta que el promedio del anterior gobierno. Y estamos en camino a terminar el año con un nivel cercano al 150%. Así la gente no va a levantar a Milei, pero sí se va a levantar.
El ajuste hoy en día es una foto que no se sostiene en la película. Sin un aumento en los impuestos y una rebaja permanente en el gasto previsional, lo que vemos es pan para hoy y hambre para mañana. Con respecto al aumento de impuestos la última novedad es el rechazo de ciertas provincias a la reposición del impuesto a las ganancias con el ridículo argumento que «es “empujar” a más trabajadores al límite de la pobreza».
El gobierno podría proponer que las provincias que lo deseen elijan un piso mayor para el cobro del impuesto siempre y cuando se les reduzca de la masa de recursos a recibir lo no cobrado en su distrito. De esta forma quienes realmente se preocupen por los «pobres» pagan para mantenerles la rebaja tributaria. Vamos a ver cuantos gobernadores lo hacen, porque ser generosos con el dinero ajeno es muy fácil.
Con respecto al gasto en jubilaciones en este blog he escrito varias veces sobre posibles reformas, ya que el cambio debe ser estructural y no cosmético. Imponer un recorte por decreto va a terminar en un revival de los planteos judiciales y el déficit fiscal regresará recargado.
Paso ahora a las formas. Empiezo por decir que los insultos que el presidente le prodigara a Ricardo López Murphy en febrero fueron un ejemplo de insensatez. Recuerdo aquí lo que dije en X-Twitter en su momento: Si Milei acusa RLM de empleado de Horacio Rodríguez Larreta, «es que él debe seguir siendo empleado de Eurnekian y siente la deshonra». Sobre el estilo excesivamente combativo del presidente copio un párrafo de una nota de Luis Costa en La Nación hoy (negritas en el original):
Haciendo un rastreo no demasiado dificultoso, puede describirse a la gestión de Milei como aquella que tiene que hacer demasiado uso de la violencia y la reafirmación de la amenaza explícita con ayuda de casos concretos, contra los enemigos circunstanciales, como muestra de lo que podría repetirse en el futuro. Pero en esta forma de accionar existe un inconveniente de sobrecarga en los procesos comunicacionales. El conflicto produce una circularidad en una situación de interacción que no es resuelta y que genera una extensión del tiempo en un futuro que no termina de quedar claro, más que como la sobrevivencia de ese problema. Milei en vez de alivianar los procesos de decisión, para aumentar las aceptaciones, genera condiciones públicas de violencia que garantizan la posibilidad de nuevos rechazos en el futuro. El producto paralelo a esto es la quietud extrema de sus equipos, ya que no solo el conflicto se expande hacia afuera, sino hacia adentro, con el riesgo de rechazo o de desautorización a gestiones de otros. La comunicación se pausa o se orienta hacia la colisión. Victoria Villarruel lo ha comprendido de manera magistral, en especial por su uso activo del conflicto para relacionarse con el Presidente.
Espero que al gobierno le vaya bien. Pero temo que sus formas le impidan llevar las necesarias reformas a buen puerto, y que solamente nos quedemos con lo peor, como los Lijo y Tierra del Fuego. Y con Milei como nuevo integrante de esa casta que vino a combatir. Como dijo George Orwell en «Rebelión en la granja», para ilustrar como la revolución al final se corrompe (no solo aplica a cerdos, también a leones):
All animals are equal, but some animals are more equal than others.