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La fobia a Milei

18/09/2023

Por Santiago Gallichio

Nuestro sistema republicano recoge el modelo norteamericano y no el europeo continental. Por ello, existen dos fuentes de legitimidad democrática distintas y, muchas veces, contradictorias: la del Legislativo y la del Ejecutivo, ambos votados por el pueblo. Cuando las divergencias entre uno y otro son altas, compete a ambos encontrar caminos de congruencia que no traben el desarrollo de la república. Sin embargo, el siempre vivo espíritu totalitario señala alertas cuando la discrepancia se agranda. Para esta visión totalitaria, lo único sostenible, la “gobernabilidad”, depende de la cohesión entre el presidente electo y la mayoría legislativa, como si ambos tuvieran la misma tarea que cumplir.

Para este pensamiento totalitario, un triunfo de Javier Milei, en este contexto, sería el más grave peligro para la gobernabilidad, pues apenas contaría con unos 40 diputados (15% de la Cámara) y 8 senadores (11%), en el mejor de los casos. Sin dudas, es más sencillo gobernar con cohesión. También es cierto que, en esas situaciones, el Congreso termina en el conocido rol de ser una mera “escribanía” del Ejecutivo: así se lo denominaba hasta hace no tanto, en pleno apogeo kirchnerista.

Pareciera ser que ni queremos una escribanía ni queremos una gran discrepancia. Pero estas coincidencias se dan muy pocas veces y lo sensato es exigir que quienes ocupan sus lugares elegidos por el pueblo cumplan con sus tareas sin extorsionar al poder más débil. ¿Qué otra cosa están diciendo quienes dicen, como los intelectuales que firmaron cartas abiertas en estos días, que no se debe votar a Milei porque su debilidad legislativa lo terminará transformando en un déspota? Lo que nos quieren decir es que cedamos hoy ante la segura extorsión que el peronismo y JxC le harán a su eventual presidencia y dejemos de votarlo, en aras de la cohesión.

Si el sistema que tenemos es presidencialista y el pueblo elige a un presidente con poco apoyo legislativo, ese presidente tendrá que limitarse a actuar en su esfera de acción legítima, el Ejecutivo, y el Congreso deberá limitarse a la propia. Y ambos deberán encontrar la manera de convivir pacíficamente para llevar el país a un mejor lugar que aquel en el que está actualmente.

Si lo que hay es una preocupación por la gobernabilidad, el espacio de JxC podría reflexionar acerca de por qué se negó a incorporar a Milei cuando Macri lo sugirió para, en cambio, levantar un muro moral que lo dejara fuera públicamente. En JxC sobran las vestiduras rasgadas y falta el trabajo político democrático. No parece suceder lo propio en el peronismo, que, ante la popularidad de un liderazgo, se aviene e intenta cooptarlo e incorporarlo al sistema. Una actitud mucho mejor que la de sus rivales, por cierto. En EE.UU., Trump fue acogido no sin reservas por el partido Republicano y su influjo quedó acotado dentro del sistema, no sin tensiones, claro está.

El dilema de quienes queremos un cambio profundo es cómo elegir entre Milei y Bullrich. ¿Cuál es la duda frente a Bullrich? Primero: la mayoría de su partido JxC no quiere un cambio tan profundo; los radicales más progresistas y los larretistas, claramente no. Podríamos decir que quizá solo la mitad del voto de JxC en las PASO quiera un cambio profundo. Si bien no quiere más kirchnerismo, algo de peronismo, sí. Ricardito Alfonsín tiene la edad suficiente como para expresarlo ya sin tapujos y su voz representa a muchos, aunque Bullrich diga que habla solo por sí mismo. Segundo: cuando intente los cambios profundos podrá pasarle lo que le sucedió a Macri: tendrá trabas internas. Tercero: la profundidad del cambio que alguien de la generación de Bullrich o Melconian pueden ofrecer podría verse limitada por su propia edad cronológica: es una observación meramente pragmática, pero realista. No por otro motivo mucha juventud no se siente tan convocada por ellos como por Milei.

Milei tiene, sin dudas, el diagnóstico más profundo y acertado de la situación actual. Aunque esto no signifique consecuentemente que sea el más indicado para liderar las soluciones. Pero sabemos que sin el diagnóstico adecuado no habrá solución adecuada. Su diagnóstico se resume en la crítica al principio “a cada necesidad corresponde un derecho, independientemente de cómo se lo financie” y su consecuente repudio del concepto de “justicia social”. Un Estado como el argentino que promete todo (o, peor aun, que no puede dejar de hacerlo sistemáticamente) y a la vez ya no puede dar nada es la prueba palmaria de la justeza de su diagnóstico. Sabemos que el peronismo no comparte este diagnóstico. Pero, ¿JxC lo comparte? Bullrich, aparentemente sí. La otra mitad…

Entonces, ¿por qué no pueden trabajar ambos candidatos de manera mancomunada, una vez dirimido quién gobernará el Ejecutivo? Esta ingenua pregunta es la pregunta más relevante. Porque lo que escuchamos desde muchos ámbitos de JxC hoy (aunque es cierto que todavía se trata de una campaña) es que Milei es un autoritario que romperá toda institucionalidad cuando no pueda con las reformas que pretende y, por ese motivo, es lo peor que nos puede suceder: hasta sería mejor que siga el peronismo.

Demasiados supuestos. Milei detesta la casta y, por eso, JxC (que la integra) reacciona. Pero una vez legitimado Milei con el voto popular, si resultara electo, ¿qué actitud tomará JxC? ¿Ayudará a la gobernabilidad para que las reformas profundas, que nadie se anima a hacer, él las pueda hacer? ¿Y qué sucedería si ganara Bullrich y su impulso reformista se viera ahogado una vez más, como sucedió con Macri? ¿Qué panorama tendríamos al final de esa nueva frustración?

El escenario no es tan sencillo como tener o no tener apoyo: los apoyos de media tropa no convencida, como lo es la tropa legislativa de JxC, sirven para llegar al borde del cambio, pero muy probablemente no le permitan cruzar el río a la nueva presidenta. El impulso Milei también es una reacción a esa falta de fuerza, coraje o apoyo que el gobierno de Macri dejó de manifiesto. Y los que lo votan no quieren otra frustración, por lo menos, no una frustración de la misma índole.


Cambio por el Juntos

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Bang bang, el fenómeno Milei

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Ideas para un plan, fin

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Ideas para un plan, 4

07/06/2023

En las anteriores entradas sugerí tomar la ratificación del acuerdo comercial entre la Unión Europea y el Mercosur como la piedra angular sobre la cual reconstruir la credibilidad del país, e implementar una convertibilidad temporal para acelerar esta reconstrucción usando el potencial del país en el sector agropecuario, minería y petróleo para producir la «lluvia de inversiones» que no llegó hace ocho años. Pero como quedó dicho entrelíneas en la última entrada, fijar el tipo de cambio (o dolarizar) no sirve sin reformas que eliminen el déficit fiscal estructural.

En la entrada de hoy me abocaré a este punto, nada sencillo, del ajuste. Es interesante que según los medios los economistas de JxC estarían todos de acuerdo en que hay que hacer un fuerte ajuste fiscal y que el mismo debe ser hecho en forma de shock. Tomo como ejemplo esta nota de Jorge Fontevecchia en Perfil de hace diez días.

Los candidatos a presidente de Juntos por el Cambio, tienen visiones sobre la realidad diferentes, mientras que sus economistas parecen haber atravesado un proceso de homogeneización del pensamiento llamativo. No importa que sean radicales de Gerardo Morales o de Facundo Manes, del PRO de Rodríguez Larreta o de Patricia Bullrich, entre los economistas de Juntos por el Cambio pareciera haber solo halcones…

Juntos por el Cambio si realmente pretende ganar las elecciones, más aún, si pretende luego gobernar con éxito, debería abandonar la ideas económicas, financieras y monetaristas que caracterizaron a la presidencia de Macri y elaborar un plan heterodoxo que combine la estructura no recesiva del Plan Austral con las reformas que luego lo consoliden, sin generar en la población ajuste, y por el contrario, generando rápido alivio.

Además de acentuar su pluma partisana, Fontevecchia cae en el error común de imaginar un plan heterodoxo mágico que no genere ajuste, sino «rápido alivio». Pero este no es el punto que más me interesa de su nota, sino recalcar que aunque los economistas de JxC estén muy de acuerdo en las reformas que hay que hacer, los precandidatos a presidente piensan muy distinto y no me imagino a Gerardo Morales, para dar un ejemplo, apoyando un recorte de gasto o siquiera una apertura de la economía. Y como sabemos ni la política puede hacer lo que la economía no permite, ni la economía puede hacer lo que la política no quiere.

Todo plan de ajuste es doloroso para al menos un sector de la población. El truco está en maximizar el ahorro fiscal minimizando el costo (tanto de los que sufren el ajuste como el costo político de implementarlo). En este blog he escrito varias veces sobre la reforma del sistema de jubilaciones. Es una verdad casi universalmente aceptada que como está diseñado es inviable. Para repasar estas ideas el lector puede ver este viejo post de 2010 y buscar otros en el archivo.

A estas ideas agregaría una nueva, que consiste en pasar a un sistema de beneficio igual para todos los aportantes (siempre y cuando tengan el mínimo de años de contribuciones que sugiero deben ser 40). Esto haría al sistema mucho más redistributivo y la haría inmune a uno de los defectos de los gobiernos populistas: aumentar solamente la jubilación mínima. En el mundo la mayoría de los países que tienen sistema social de este tipo tienen menor gasto (pues en esencia se da una buena jubilación solamente a los trabajadores de bajos ingresos, digamos debajo de la mediana). Anunciar una reforma integral que contemple un beneficio uniforme reduciría en forma significativa el gasto previsional futuro y al ser robusta a shocks políticos afectaría positivamente las expectativas.

Otra verdad casi universalmente aceptada es que el gasto público es muy ineficiente. Esto permite reducir el gasto con poco costo. Un ejemplo fue el intento del gobierno de Macri de eliminar pensiones por invalidez que estaban flojas de papeles. Esa administración no supo comunicar lo que quería hacer y el intento terminó en la nada pero se puede plantear que todos los casos deben ser revisados antes de, digamos, seis meses para no perder el beneficio. El resto es diseñar adecuadamente la implementación para que sea factible tanto para el gobierno como para los beneficiarios legítimos.

Otro ejemplo es el de las pensiones no contributivas para madres de 7 hijos. Este viejo programa debió haber sido discontinuado luego de la implementación de la AUH pero el Estado (fofo?, bobo?) argentino dejó que lo siguieran desangrando. Una vez vi las planillas de gasto y me llamó la atención lo abultado de este rubro. Y eso que le dediqué 15-20 minutos, no me quiero imaginar lo que un grupo de jóvenes economistas motivados podrían encontrar para podar!

Las tarifas son un número cantado para subir, de nuevo en forma escalonada desde casi cero porque los aumentos en forma porcentual de pagar $1 a $20 generan titulares más dramáticos que los informes del frente de guerra en Ucrania. También eliminar el carácter perpetuo que tiene hoy en día los planes sociales (vale la penar recordar la nota por el décimo aniversario del blog en la cual hablé de esta racionalización de los planes sociales)

En cuanto a los impuestos no soy partidario de realizar grandes bajas hasta no haber podido bajar en forma consistente y persistente el gasto (en viejas notas repetidamente critiqué al gobierno de Macri por aumentar el gasto y bajar impuestos al comienzo de su gestión). Si se firma el acuerdo comercial con la Unión Europea las retenciones van a bajar en el futuro. No las bajaría antes que sea necesario y aprovecharía los últimos años de esta renta para acolchonar y suavizar el ajuste.

Hay que sincerar que el impuesto a la ganancia es un impuesto a los ingresos que debiera ser pagado por una parte importante de los trabajadores (al menos el 40%). En parte es un problema de nombre ya que el salario no es una ganancia, y en parte es un problema que nadie quiere pagar impuestos (pero porqué nadie chilla por las contribuciones solidarias a los sindicatos y otros descuentos en el salario?). Pero esta batalla cultural vale la pena pelearla. Sugiero cobrar una alícuota baja y que suba en forma muy gradual con un techo relativamente bajo.

Este es solo un rosario de ideas para balancear las cuentas públicas. Lo importante es que el próximo gobierno esté convencido que el tiempo de las fiestas populistas se ha terminado (al menos por un buen tiempo) y que encare las reformas fiscales de forma decidida. La misma decisión deberá mostrar para las reformas estructurales, pero ese será tema de otra nota.


Ideas para un plan, 3

08/05/2023

Voy a aprovechar la discusión que se ha generado alrededor de la dolarización para hablar de la inflación y posibles políticas para reducirla a niveles razonables (un dígito bajo). Vale la pena recordar que en 2003 Argentina tuvo solamente 3,7% de inflación luego de la salida traumática de la convertibilidad el año anterior. Menciono esto porque el país tuvo una oportunidad increíble de basar su recuperación en un marco de estabilidad macroeconómica y en lugar de ello el presidente Néstor Kirchner se dejó «seducir» por la idea de mantener artificialmente el dólar en tres pesos en lugar de dejar que alcanzara un equilibrio. Pero vivimos en un mundo en el cual el dólar está a 470 pesos, no a 4 y la inflación pasó el 100% anual.

¿Puede una dolarización terminar con la inflación? Si, puede. Pero a un costo alto. He visto en Twitter gráficos que comparan la performance de Ecuador con Colombia que muestran que la dolarización le impide al primer país suavizar shocks a sus términos de intercambio y reducen el crecimiento cuando terminó el superciclo de materias primas (aunque un buen análisis debiera incluir el «dividendo» del acuerdo de paz de 2016 en Colombia cuyo timing se superpone al shock negativo en el precio del petróleo). Reproduzco el gráfico del PBI

En algún lado leí que si se dieran todas las condiciones para poder implementar una dolarización en forma correcta no sería necesario puesto que bajo esas mismas condiciones la inflación bajaría sola. Esto es una verdad a medias. Hay un conjunto de reformas que bajo dolarización se vuelven consistentes y la inflación es eliminada, pero bajo ese mismo conjunto de reformas la inflación persiste pues permanece como una opción usar política monetaria para financiar el déficit fiscal.

Y esto último es el drama de nuestro país. Nada nos garantiza que si se consiguen superávits gemelos y se pudiera tener una moneda sana no aparezca un Néstor Kirchner y tire todo por la borda. De hecho los inversores y agentes económicos operarían bajo la presunción que este escenario es no solo posible, sino probable. Nuestro país no tiene condiciones hoy en día para tener moneda propia y estable en la cual haya confianza generalizada. Y cuando digo hoy en día también me refiero al próximo gobierno. Estamos a mayo y todavía el plan económico de JxC brilla por su ausencia.

Como hay consenso en que hay que implementar un ajuste, y que anunciarlo sería impopular, los políticos de la oposición logran amordazar a sus equipos técnicos. ¿Es esto solamente una estrategia electoral? No creo, cuando la declaraciones de algunos son casi indistinguibles a las del kirchnerismo. Como muestra va este tweet reciente de Gerardo Morales

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Leyendo declaraciones como esta me parece que una parte importante de JxC, prácticamente todo el radicalismo, pretende gobernar haciendo el mínimo de reformas estructurales. Y no quieren que de esto se hable en la campaña porque en realidad no quieren cambiar prácticamente nada, les gusta un modelo corporativo de economía cerrada. O sea, están Juntos, pero no por el Cambio.

¿Qué puede hacer el equipo técnico para zafar de esta encerrona? Una posibilidad es bregar por la implementación de un régimen monetario que sea rígido como la dolarización, pero no permanente. O sea, una convertibilidad transitoria. En el pasado hablé de esta idea, copio aquí el párrafo principal:

La otra opción sería instalar una convertibilidad con cláusula de escape, que funcione de la siguiente manera: a) fijar el tipo de cambio con una canasta que considere dólar, euro, real y quizás yuan. b) usar líneas de crédito contingente con los bancos centrales de las monedas de la canasta para financiar temporariamente las reservas necesarias para cubrir la base monetaria (esta es una de las condiciones de la cláusula de escape, ya que cuando hay que devolver la reservas hay que abandonar la convertibilidad, si no se generaron otros recursos), c) una cláusula de escape explícita que indique que cuando se hayan alcanzado ciertos objetivos el peso pasa a flotar (respecto a inflación, superávit primario, ratio deuda PBI, porcentaje de deuda pública en moneda extranjera, desarrollo de mercado de capital doméstico, etc.).

La temporalidad está en el requisito que pasado un plazo, digamos cinco años, la convertibilidad se abandona aún si no se hubieran cumplido las condicionalidades. Si esta política está bien diseñada puede proveerle al país la credibilidad necesaria para despegar y con el crecimiento le resultaría más fácil al equipo técnico impulsar en forma paulatina las reformas estructurales que permitirían que la convertibilidad se abandone virtuosamente, no como la última vez.

No nos equivoquemos. La dolarización va a terminar siendo la política a aplicar por descarte si el próximo gobierno fracasa en estabilizar la economía. La gente está harta de la inflación y va a preferir vivir como en Ecuador si no se puede hacer la gran Colombia. En el gráfico arriba copiado no está nuestro país, pero si lo estuviera se entendería lo que digo.